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Los ídolos e imágenes no tienen poder


el bautismo

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Los ídolos e imágenes no tienen poder

Hideyochi, un caudillo japonés del siglo XVI, comisionó la construcción de un inmenso templo para el Buda en la ciudad de Kyoto, Japón. Cincuenta mil hombres, según la historia, duraron cinco años en construir el templo. Fue un edificio realmente impresionante.

Apenas se acababa de construir, sin embargo, cuando el terremoto de 1596 arrasó con el nuevo templo. Enfurecido, Hideyochi lanzó una flecha hacia los escombros del edificio: “Te coloqué aquí con grandes gastos”, gritó, “y ni siquiera puedes cuidar tu propio templo”.

En esta historia hay una gran ilustración de esta verdad: los ídolos no tienen poder. Sin embargo, el hombre insiste en hacerlos. Los ídolos son emblemas visibles de poderes invisibles que sirven como objetos de adoración. Alrededor del mundo, las culturas construyen ídolos y se postran ante ellos.

A su pueblo, sin embargo, Dios le prohíbe obedecer este instinto. Veamos lo que nos dice la Palabra de Dios en el segundo mandamiento.

Lectura: Exodo 20:4-6

20:4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
20:5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
20:6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.

Podríamos pensar, si leyéramos estos versos de una forma aislada, que lo que prohíben es simplemente la adoración a los ídolos que adoraban las naciones que rodeaban a Israel.

A través de la Biblia, se distingue al pueblo de Dios de las naciones por no adorar a los ídolos. Por ejemplo, el profeta Isaías compara los ídolos de las naciones con el Dios de Israel en Isaías 46:1-4:

46:1 Se postró Bel, se abatió Nebo; sus imágenes fueron puestas sobre bestias, sobre animales de carga; esas cosas que vosotros solíais llevar son alzadas cual carga, sobre las bestias cansadas.
46:2 Fueron humillados, fueron abatidos juntamente; no pudieron escaparse de la carga, sino que tuvieron ellos mismos que ir en cautiverio.
46:3 Oídme, oh casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz.
46:4 Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.

Los dioses de Babilonia – Bel y Nebo – se someten ante el Señor. Observen la ironía: estos ídolos tienen que ser cargados por animales, y son pesadas las imágenes. En cambio, el Dios de Israel carga a su pueblo y lo sostiene.

Pero Dios no sólo prohíbe a su pueblo que vaya tras otros dioses; también les prohíbe el uso de imágenes o representaciones en su propia adoración. Cuando Dios les dice: “No te hagas ningún ídolo, y no te inclines delante de ellos ni los adores”, se refiere a cualquier imagen que pudiéramos usar en la adoración.

Antes de que Moisés bajara del monte, los israelitas ya habían quebrantado este mandamiento. La historia se encuentra en Exodo 32. Le exigieron a Aarón, el hermano de Moisés, que les hiciera dioses para marchar delante de ellos. Aarón cumplió con esta petición; les pidió sus aretes de oro, y de ellos formó un becerro de oro.

Ahora bien, fíjense en lo que dice Aarón cuando presenta estos ídolos al pueblo. Dice Exodo 32:5: “Mañana haremos fiesta en honor al Señor”. ¿Se dan cuenta? Para Aarón, este ídolo era simplemente una forma de representar al Señor. No era un dios falso, para él; era una representación palpable y física de Dios.

El pueblo se deleitó con la idea de hacer fiesta, y la fiesta se convirtió en orgía. Cuando bajó Moisés y vio la escena, arrojó las tablas de la ley al suelo. Luego hizo polvo el becerro y obligó a los israelitas a tomárselo en agua. Este castigo fue poco a comparación con lo que Dios había querido hacer; Dios iba a destruir por completo al pueblo.

¿Por qué la reacción tan fuerte a un simple acto de adoración? ¿Por qué no permitió Dios que su pueblo simplemente usara ayudas visibles para poder adorarle con más facilidad y con más devoción? Consideremos hoy el segundo mandamiento, y veamos por qué Dios prohíbe a sus adoradores el uso de imágenes o figuras en su adoración.

Las imágenes deshonran a Dios

Como ya hemos visto, Aarón pensaba ayudar al pueblo dándole una ayuda visible, una representación palpable del Dios poderoso que los había sacado de su esclavitud en Egipto. El Señor, sin embargo, rechaza cualquier imagen, pues las imágenes ocultan su gloria.

Por ejemplo, con la imagen del toro, Aarón probablemente pretendía mostrar simbólicamente el poder de Dios. El toro representa fuerza, representa poder. Sin embargo, esta imagen ocultaba la santidad, la justicia, la misericordia, el amor y los otros atributos de Dios. Éste es uno de los problemas más graves que existe en las imágenes; deshonran a Dios.

Es por este motivo que nuestro Señor Jesús declaró: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). El espíritu es la capacidad humana que hace posible que nos relacionemos con Dios, pues El es espíritu. Cuando lo tratamos de reducir a alguna figura, sin embargo, disminuimos su gloria.

Ahora, por supuesto, Dios no prohíbe aquí el arte; no nos prohíbe hacer figuras, cuadros o representaciones de personas, de animales, de flores, de peces y de otras cosas para fines decorativos. Lo que aquí prohíbe son las representaciones para devoción.

Cuando Dios le dio a Moisés las instrucciones para la construcción del tabernáculo, había decoraciones que formaban parte del interior – granadas, por ejemplo. Lo prohibido son las figuras que funcionan como substitutos o representaciones de Dios.

Las imágenes deshonran a Dios porque ocultan su gloria. Las imágenes también deshonran a Dios porque representan una forma de manipulación. El ídolo es un símbolo de poder; y llega a ser una forma en que el adorador pretende manipular al dios representado por el ídolo.

¿Por qué traen las personas comida, flores, veladoras y otras cosas a los santuarios de sus ídolos? Simplemente porque, con esa ofrenda, pretenden conseguir algo. Llega a ser casi como un negocio. Pero la verdadera adoración no es así. Dios no es alguien a quien podamos manipular. Podemos postrarnos ante El y adorarle, confiando en El; o lo podemos rechazar. Pero no podemos manipularle, porque no tenemos nada que le haga falta.

Cuando empezamos a usar imágenes o representaciones que identificamos de alguna forma con Dios, por mejores que sean nuestras intenciones, empezamos a caer en error. Como ya mencionamos, el becerro de oro que fabricó Aarón quizás mostraba en representación el poder de Dios, pero ocultaba muchas de sus otras cualidades.

Nosotros podemos caer en la misma trampa con las imágenes populares de Jesucristo. Algunas personas tienen imágenes favoritas de Jesús que lo muestran en agonías en la cruz; otros tienen imágenes que lo retratan hablando con niños, o en alguna otra actividad.

Ahora bien, es obvio que nadie sabe cuál era el aspecto físico de nuestro Señor; cualquier cuadro es simplemente la imaginación de un artista. Además de esto, sabemos que es una representación de la naturaleza humana de Jesús. Cometemos un grave error si pensamos o decimos que es un cuadro de Dios, pues eso es imposible. La naturaleza divina de Jesús es espiritual, y no se puede retratar.

Más allá de esto, sin embargo, Dios nos ha dicho que no nos hagamos imágenes para usos religiosos o devocionales. Fíjense en lo que muchas veces sucede cuando lo hacemos: nos empezamos a imaginar a Dios solamente de esa forma. Por ejemplo, si tenemos un cuadro de Jesús colgado en la cruz, entonces empezamos a pensar solamente en su pasión.

Poco a poco, se nos olvida que El no está colgado aún en la cruz; que es un Señor resucitado. ¡Cristo vive! No meditamos en sus enseñanzas; no consideramos su grandeza y pureza; es decir, le robamos la gloria a Jesús porque solamente vemos una parte de lo que El es.

Muchas personas que crecen en tradiciones que enfatizan las representaciones visuales de Jesucristo se maravillan cuando por primera vez leen los evangelios, pues el Cristo que conocen a través de la Biblia es muy diferente a las imágenes. Su gloria ha sido ocultada.

Las imágenes deshonran a Dios. Es por esto que El nos dice: No te hagas ningún ídolo. Hay otro problema:

Las imágenes distorsionan la fe verdadera

Esto lo podemos ver en la historia del becerro que construyó Aarón, pues la Biblia nos dice que la gente empezó a adorarlo con el desenfreno. Lo que había empezado como una fiesta para celebrar al Señor, representado por el becerro, se convirtió en una orgía. ¡Con razón se molestó tanto Moisés al bajar del monte!

Las imágenes conllevan ideas falsas acerca de Dios. Recordemos las palabras de Jesús anteriormente citadas: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. La adoración que Dios desea es adoración que se hace en la verdad. Es adoración que sigue las normas que El ha puesto en su Palabra.

Cuando hay imágenes, sin embargo, es fácil ignorar la Palabra y contar con la imagen. Cuando hay idolatría, la inmoralidad pronto sigue. El pueblo de Israel se entregó al desenfreno frente al becerro. Muchas de las fiestas de los ídolos de nuestras tierras se convierten en borracheras, en celebraciones inmorales. Las imágenes crean una distorsión de la fe verdadera y la vida que Dios desea para los suyos.

La bendición de Dios no puede llegar a los lugares idólatras. Cuando se coloca una imagen, aunque sea con la idea de honrar a Dios, se abre una puerta al enemigo. Muchas de las imágenes de santos y otros personajes se han convertido en centros del ocultismo por este mismo motivo. Se mezcla la hechicería con el cristianismo, y es fácil; porque es adoración a imágenes, no adoración según la verdad.

Esta no es la adoración que Dios desea. Cuando nosotros nos abrimos a ella, llega el castigo de Dios. Me pregunto si ésta será una de las razones por las que nuestros países no avanzan; Dios insiste en que la adoración que se ofrece a una imagen no es adoración a El, y que vendrá su castigo sobre quienes practican tales cosas, y sobre sus familias.

Sin embargo, si amamos a Dios, y lo buscamos en verdad, viene su bendición duradera. Ésta es la verdadera razón para deshacernos de toda imagen religiosa; tenemos la oportunidad de conocer a Dios en verdad, pero las imágenes sirven como estorbo para esto. Sólo por medio de su Palabra de verdad, en el Espíritu, por la fe en su Hijo, lo podemos conocer.

Se cuenta la historia de cuatro hermanos que decidieron dominar diferentes artes mágicas. El primero aprendió a tomar el hueso de cualquier animal y hacer crecer carne sobre el hueso. El segundo aprendió a hacer crecer piel sobre la carne. El tercero aprendió a completar el cuerpo del animal. El cuarto aprendió a dar vida al cuerpo resultante.

Caminando por la selva encontraron un hueso de león. Se pusieron a realizar su magia. Cuando el animal estuvo completo, dio la vuelta y se comió a los cuatro de un bocado.

Hermanos, de igual forma, lo que nosotros fabricamos tiene la capacidad de destruirnos. Tengamos mucho cuidado de no hacer imágenes con la idea de usarlos en la adoración. Tengamos cuidado incluso con las imágenes mentales. Dios desea que lo adoremos en espíritu y en verdad. El nos da esta oportunidad. No la arruinemos con las imágenes.

Nota: Algunos de los conceptos usados en este mensaje provienen del libro El conocimiento del Dios santo, por J. I. Packer, publicado por Editorial Vida. La lectura de este libro es altamente beneficiosa.

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