La resurrección de Cristo
Como seres humanos, tratamos de entender nuestro mundo y encontrar sentido en todo lo que nos sucede. A veces, este impulso llega a un extremo ridículo.
Como sabemos, por muchos siglos las personas creían que la tierra era el centro del universo. Se imaginaban una serie de esferas que contenían los planetas y las estrellas, y que giraban en torno a la tierra. Fue con el descubrimiento del telescopio que se dio cuenta la humanidad de que Dios ha diseñado un universo muy distinto al que se imaginaban.
Los antiguos también creían que el cuerpo tenía cuatro líquidos que afectaban la salud física y el estado emocional. A estos líquidos se les llamaba humores. Se creía que la enfermedad física se producía por una falta de balance entre los cuatro líquidos. Por esta razón, se sangraba al enfermo para que la enfermedad pudiera ser quitada del cuerpo con el exceso de sangre.
Hoy nos parece graciosa esta creencia, aunque nuestro idioma aún la refleja; cuando decimos que alguien está de buen humor, hacemos referencia a los cuatro humores.
Me pregunto cuántas de las creencias que hoy tenemos parecerán igual de chistosas dentro de algunos cuantos cientos de años. La lección que podemos sacar de esto es que la lógica humana es falible. Puede fallar. Necesitamos que alguien con más perspectiva nos enseñe.
Pero, ¿quién es esa persona que nos puede enseñar? El fundador de una nueva religión le comentó a un estadista francés que no podía convertir a nadie a su nuevo sistema de creencias. El hombre de estado le recomendó que fuera crucificado y muriera. “Pero asegúrate”, añadió, “de resucitar al tercer día”.
La respuesta que se le dio a este hombre es algo graciosa, pero también refleja una gran realidad. La única persona que ha dado pruebas convincentes de su autoridad es Jesucristo. Sólo él resucitó de los muertos.
Hay personas, sin embargo, que no creen que Jesucristo haya resucitado. Piensan quizás que él se quedó en la tumba, y que los discípulos simplemente tuvieron alucinaciones. Hasta no ver pruebas convincentes, no están dispuestos a creer.
Otros tienen una creencia mental de que Jesús resucitó, pero no están seguros de lo que significa esta resurrección para sus vidas. De alguna manera creen, pero quizás no han llegado a ver la realidad de la resurrección.
Queremos llegar más allá de estas dos calles sin salida y entender de qué manera podemos ver y creer. Queremos llegar a experimentar en nuestras propias vidas el poder del Jesús resucitado, poder que se libera mediante la fe – la creencia. Con la ayuda de Dios, así haremos.
Lectura: Juan 20:1-9
20:1 Y EL primer día de la semana, María Magdalena vino de mañana, siendo aún obscuro, al sepulcro; y vió la piedra quitada del sepulcro.
20:2 Entonces corrió, y vino á Simón Pedro, y al otro discípulo, al cual amaba Jesús, y les dice: Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto.
20:3 Y salió Pedro, y el otro discípulo, y vinieron al sepulcro.
20:4 Y corrían los dos juntos; mas el otro discípulo corrió más presto que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
20:5 Y bajándose á mirar, vió los lienzos echados; mas no entró.
20:6 Llegó luego Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro, y vió los lienzos echados,
20:7 Y el sudario, que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte.
20:8 Y entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro, y vió, y creyó.
20:9 Porque aun no sabían la Escritura, que era necesario que Él resucitase de los muertos.
La lógica humana no basta para llevarnos a la verdad
Encontramos a María Magdalena yendo al sepulcro para atender al cuerpo de su Señor. Ella no esperaba encontrar más que un cuerpo muerto. María caminaba en la oscuridad del amanecer, cuando el sol aún no sale, y caminaba en la oscuridad de la confusión. Ella no había entendido que Jesucristo tenía que resucitar.
A ella le esperaba una gran sorpresa. Esa oscuridad de la duda se iba a levantar de una manera gloriosa y sorprendente. Nosotros, como María, caminamos en oscuridad mientras nos guiamos por nuestra propia opinión.
Del mismo modo, María viene cuando aún no amanece porque la luz de la verdad aún no brilla en su entendimiento. Aunque es sincera y devota, no ha llegado a entender lo que tiene que suceder con Jesucristo. Ella tuvo que recibir una revelación especial para poder llegar a creer y comprender.
Lo que aparece aquí de manera simbólica Pablo lo dice en otras palabras en 1 Corintios 1:18-25.
1:18 Porque la palabra de la cruz es locura á los que se pierden; mas á los que se salvan, es á saber, á nosotros, es potencia de Dios.
1:19 Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé la inteligencia de los entendidos.
1:20 ¿Qué es del sabio? ¿qué del escriba? ¿qué del escudriñador de este siglo? ¿no ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
1:21 Porque por no haber el mundo conocido en la sabiduría de Dios á Dios por sabiduría, agradó á Dios salvar á los creyentes por la locura de la predicación.
1:22 Porque los Judíos piden señales, y los Griegos buscan sabiduría:
1:23 Mas nosotros predicamos á Cristo crucificado, á los Judíos ciertamente tropezadero, y á los Gentiles locura;
1:24 Empero á los llamados, así Judíos como Griegos, Cristo potencia de Dios, y sabiduría de Dios.
1:25 Porque lo loco de Dios es más sabio que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres.
Frente al mensaje de la crucifixión y resurrección de Jesucristo, el mundo queda perplejo.
Algunos buscan señas. Como los judíos, quieren ver señales y muestras de lo que se les predica. Si no veo, no creo, sería su refrán. Por el otro lado, algunos aceptan sólo lo que su filosofía admite. Explícamelo, y te creo, dirían.
Para los dos, el mensaje de la cruz y de la resurrección – es el mismo mensaje – es inaceptable. Para uno es inaceptable, porque los cinco sentidos no lo logran comprobar; para el otro, es locura, porque sus maestros y filósofos no lo enseñan.
Puede llegar un momento para nosotros, sin embargo, como llegó para María, en el que llegamos a entender y creer algo que va más allá de nuestra lógica humana. Lo que vemos es que
La sabiduría divina brilla en la resurrección de Cristo
Ésta es la sabiduría que sobrepasa nuestro entendimiento limitado, la inteligencia que está literalmente fuera de este mundo porque viene de Dios mismo. Para el hombre natural es locura, pero para la persona que lo entiende, es salvación.
Hay dos maneras específicas en que llegamos a ver esta luz. La luz nos llega, en primer lugar, mediante el testimonio que nos convence de que Cristo resucitó. Como Cristo le dijo más tarde a Tomás: Porque me has visto, has creído –le dijo Jesús–; dichosos los que no han visto y sin embargo creen. (Juan 20:29). En otras palabras, dichosos los que reciben el testimonio de mi resurrección.
Este testimonio es doble. Por un lado, tenemos el testimonio de quienes vieron la tumba vacía y se encontraron con el Cristo resucitado. Hombres como Pedro y Juan dejaron su testimonio de lo que vieron. Además de esto, sus vidas demuestran que su testimonio es veraz.
La mayoría de quienes dieron testimonio de la resurrección de Jesús murieron por el testimonio que dieron. ¿Cuál persona estaría dispuesta a morir por algo que sabía que era mentira? Creo que nadie sería tan torpe.
Si ellos se hubieran inventado el cuento de que Cristo resucitó, entonces, cuando empezó la persecución, habrían renunciado su falsa fe. Pero esto no pasó. Al contrario; mientras más fuerte se ponía la persecución, más alzaban las voces en proclamación de la resurrección.
Llegamos a conocer la sabiduría divina, entonces, mediante el testimonio de quienes presenciaron el hecho de la resurrección, de quienes oyeron las enseñanzas de Cristo que prepararon el camino y explicaron su significado,
El Espíritu Santo nos habla de una manera interna cuando recibimos el testimonio de estos hombres – y ambas cosas suceden cuando recibimos la Escritura. Puede ser que la leamos, la oigamos o recibamos un mensaje que se basa en ella; de cualquier modo, la Escritura – bajo iluminación del Espíritu Santo – nos demuestra el significado de la resurrección de Cristo.
Esa sabiduría salvadora de Dios nos enseña que Jesucristo murió para salvarnos de nuestros pecados; que nuestra única esperanza es depositar en él toda nuestra confianza; y que vivir para él es la única manera de vivir con sentido y con propósito para esta vida y para la venidera.
Si dependemos de nuestro propio entendimiento caeremos en error y en equivocación. Si sólo aceptamos lo que nos parece lógico y verídico según los criterios humanos, no llegaremos a la verdad.
La Palabra de Dios dice: Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte. (Proverbios 14:12) Si nos dejamos guiar por lo que nos parece bien, podremos terminar en la muerte.
Deja de confiar en tu propia inteligencia. Deja de creer que lo puedes entender todo. Deja de caminar en la oscuridad, y ven a la luz que brilla en Jesucristo.
En este día celebramos su resurrección de la muerte. El resucitó, venciendo a Satanás, a la muerte y al pecado, para que tú pudieras compartir también tu victoria.
Para que conozcas esa verdad, para que tengas la presencia de Cristo en tu vida, deberás abrir tu mente al testimonio del Espíritu Santo. Si tú sientes en este momento que él te está hablando al corazón, si tú reconoces que es verdad, no dilates más.
Abre tu corazón a Cristo. Deja que él tome su lugar sobre el trono de tu vida. Confía en su muerte por ti en la cruz, y empieza a caminar en la nueva vida. Sal de la oscuridad, y empieza a vivir en la luz.
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