La preparación para el Mesías, el arrepentimiento
En cierta ocasión, un evangelista contó la historia de un hombre que llegó al frente del auditorio después de una cruzada y pidió consejería. Cuando estaban a solas, el hombre se mostró algo agitado, pero finalmente dijo: Tengo un descubierto en el trabajo. En otras palabras, había estado malversando fondos.
El evangelista le preguntó: ¿Tomaste el dinero de tu empleador? Sí, respondió el hombre. ¿Cuánto? No sé. Nunca lo he calculado. Bueno, ¿será que te robaste $1500 el año pasado? Sí, creo que quizás fue algo así.
Ahora, ¿qué creen que le respondió en ese momento el evangelista? Quizás le dijo algo así: Yo no creo en hacer las cosas de prisa. Lo que tienes que hacer es limitarte a robar sólo $1000 el próximo año, $500 el año siguiente, y ¡dentro de pocos años ya no robarás nada! Si tu patrón se da cuenta, simplemente dile que estás siendo convertido; y que tarde o temprano ya no robarás.
¿Creen ustedes que así le dijo el evangelista? ¡Claro que no! La Biblia declara: El que robaba, que no robe más. Es un cambio completo, una vuelta de 180 grados. Cuando hablamos del arrepentimiento, estamos hablando de dar una vuelta completa. No es mirar por el hombro y considerar la posibilidad de cambiar un poco de dirección; es dar la vuelta e ir en la dirección opuesta.
¿Qué tiene esto que ver con la Navidad? Resulta que la preparación que Dios ha dispuesto para la llegada del Mesías es, precisamente, el arrepentimiento. Ahora, el arrepentimiento tiene dos aspectos.
Hay un arrepentimiento que tiene lugar cuando conocemos al Señor. Si tú has sido salvado, en el momento de conocer a Cristo tomaste la decisión de dar la espalda al pecado. El arrepentimiento es parte íntegra de la salvación. Es una decisión radical que se toma al aceptar a Cristo.
Pero también hay un arrepentimiento continuo al cual nos llama la Biblia. Esta semana unos amigos me contaban de un viaje que hicieron hace poco. Cuando regresaban a casa, entraron a la carretera en la dirección opuesta a la que querían. Por dos horas se fueron alejando de la casa en vez de acercarse.
Cuando finalmente se dieron cuenta de su error, dieron la vuelta y se encaminaron a casa. Esa vuelta es como la vuelta que damos cuando aceptamos a Cristo. Íbamos en una dirección que nos alejaba de Dios, siguiendo nuestros propios instintos, nuestros deseos y las tradiciones que hemos recibido. De repente Dios nos llamó a dar la vuelta, y lo hicimos.
Pero, cuando mis amigos dieron la vuelta y se encaminaron hacia casa, ¿creen Uds. que el conductor soltó el volante porque ya iba bien? ¡Claro que no! De haberlo hecho, pronto se encontrarían en la zanja. Más bien, aunque ya iba bien, había que seguir corrigiendo la dirección del automóvil. Esto representa el arrepentimiento constante que nos hace falta en nuestras vidas.
Veamos estos dos aspectos del arrepentimiento uno por uno.
Lectura: Isaías 59:20. «Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová.»
Les recomiendo que en casa lean todo el capítulo, pues tiene un mensaje muy ameno. Por ahora vamos a enfocarnos solamente en el verso 20. Lo que vemos en este verso es que
Nos preparamos para la presencia de Cristo mediante un arrepentimiento radical
En los próximos cinco minutos, vamos a tomar un viaje a través del tiempo para entender por qué llegó este mensaje a Isaías, para así mejor aplicarlo a nosotros mismos. Isaías profetizó durante un periodo en que el pueblo de Israel estaba en declive, alejándose de Dios y de sus leyes.
Aunque el cautiverio aún era futuro, Dios ya había anunciado que su pueblo sufriría el destierro a causa de su pecado. Isaías, sin embargo, también recibió un mensaje de aliento y de esperanza. A pesar de que el pueblo sufriría, Dios protegería a un remanente y consumaría su plan y su propósito para el pueblo.
Parte de ese propósito era la venida del Mesías, el Rey, el Redentor que salvaría a su pueblo. Isaías es uno de los profetas que más habla de ese Mesías, mezclando mensajes acerca de su venida con comentarios dirigidos a los líderes inescrupulosos de su día.
¿Qué es lo que Isaías anuncia en el pasaje que estamos viendo? Anuncia que la venida del Redentor prometido sólo beneficiaría a los que se prepararan para su llegada, arrepintiéndose de sus pecados.
Es la razón que vino Juan el Bautista, en cumplimiento de otra profecía de Isaías. Él fue, en las palabras de Mateo, citando a Isaías 40:3, la voz de uno que grita en el desierto: Preparen el camino para el Señor, háganle sendas derechas.
¿De qué formas se podrían hacer sendas derechas para el Señor? ¿Creen que Juan estaba llamando a los judíos a realizar labores para mejorar la infraestructura de su país para que Jesús pudiera transitar más fácilmente de pueblo a pueblo? No, él estaba llamándoles a preparar sus corazones para que el mensaje de Jesús pudiera encontrar fácil recepción.
Desgraciadamente, la mayoría de los judíos no respondió al llamado. Sólo una minoría reconoció y aceptó a Jesús. El llamado al pueblo judío, extendido originalmente por Isaías y repetido por Juan el Bautista, seguía abierto.
El apóstol Pedro fue el siguiente en extender la invitación al pueblo judío. En una de sus primeras predicaciones, en Hechos 3:19, les dice: Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor.
La invitación al perdón de los pecados es una invitación para cualquiera, pero la promesa de tiempos de descanso está ligada estrechamente con la audiencia judía, pues es una promesa específica conectada con la respuesta de este pueblo. Aunque muchos respondieron, aún no fueron suficientes, pues el apóstol Pablo – décadas después – cita Isaías 59:20 en conexión con la futura conversión masiva del pueblo de Israel, que inaugurará el fin y que culminará con el regreso de Cristo.
Tú dirás: todo eso es fascinante, pero – ya que no soy judío – no veo lo que tiene que ver conmigo. Lo que tenemos que entender es que el trato de Dios con el pueblo judío muestra en microcosmo su trato con el mundo gentil. Así como Dios salvó al remanente judío que se arrepintió y creyó en él, así también salva a la persona de cualquier nación que se arrepiente y acepta su salvación.
Puedes, entonces, tomar las palabras de Isaías 59:20 y aplicarlas a tu propia vida. El Redentor, Jesús, que ya llegó a Sión, vendrá a ti también si te arrepientes. Si le das la espalda a tu pecado y vuelves la mirada hacia él, serás salvo. Este es el glorioso mensaje del evangelio, y si aún no lo has creído, Dios te invita a creerlo en esta mañana.
Pero si ya eres salvo, debes de entender algo más:
Nos mantenemos preparados para la presencia de Cristo mediante un arrepentimiento constante
Ya mencionamos la predicación de Juan el Bautista. Según Mateo 3:2, él predicaba: Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca. Ahora, busquen ese pasaje en sus Biblias, y anoten en el margen de la hoja: Continúen arrepintiéndose.
Para entender la razón que les digo esto, es necesario conocer un poco de gramática. El idioma griego tiene dos formas comúnmente usadas del imperativo. En español sólo tenemos una. El griego, en base al tiempo del verbo, puede indicar un mandato o instrucción que simplemente se tiene que hacer, o puede indicar que se tiene que hacer de una forma continua. El primero es el imperativo aoristo, y el segundo es el imperativo presente.
En este pasaje, se usa el imperativo presente; esto indica que la acción que se nos manda hacer debe hacer repetitivamente, de una forma continua y constante. En otras palabras, no solamente somos llamados a arrepentirnos una vez, cuando aceptamos a Cristo; éste es el arrepentimiento inicial. Pero también somos llamados a seguirnos arrepintiendo, diariamente, hasta que el Reino llegue en toda su plenitud.
Aunque Cristo ya vino a este mundo, no ha terminado de establecer su Reino. Eso lo hará cuando vuelva por segunda vez. Mientras esperamos el establecimiento del Reino, mientras sigue cerca pero sin llegar, somos llamados a un arrepentimiento continuo que nos mantiene preparados para su llegada y útiles en su servicio.
Jesús mismo da eco a esto cuando, en Mateo 4:17, empieza su propia predicación con esta idea. Repitiendo las palabras de Juan, dice: Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca. Usa el mismo tenso. Nos llama al mismo arrepentimiento continuo.
Creo que muchos de nosotros no hemos entendido esto. Cuando aceptamos a Cristo nos arrepentimos de nuestro pecado, pero con el transcurso del tiempo, el pecado recrudece. Quizás es por esto que los investigadores notan poca diferencia entre los que van a la iglesia y los que no. Hay igual cantidad de deshonestidad y robo entre los religiosos y los no religiosos. En muchos casos, es porque nunca hubo una conversión verdadera; pero en otros casos, nos hemos olvidado de la importancia del arrepentimiento constante.
Alguien ha dicho que el problema que tiene la iglesia con la integridad es la idea de que podemos sumar a Cristo a nuestras vidas, pero no restar el pecado. Queremos cambiar de creencia sin cambiar de comportamiento. Buscamos avivamiento sin arrepentimiento, y nunca llegará.
Si tú nunca has tomado ese paso de arrepentimiento inicial, dándole la espalda a tu pecado y entregándote a Cristo, hazlo hoy. Puedes hacer la oración que diré en unos momentos.
Y tú que ya eres creyente: ¿Te examinas regularmente para arrepentirte? ¿Te preparas diariamente para la presencia de Cristo en tu vida? ¿Esperas con ansias el establecimiento del reino? Sólo así conocerás la presencia viva de Cristo en tu vida, y estarás preparado para su próxima venida.