La belleza verdadera


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La belleza verdadera

Joe Stowell, ex presidente del Instituto Bíblico Moody, cuenta de su experiencia en una visita a África. Estaba en el oeste de dicho continente, y los misioneros le contaban acerca de las normas de belleza que existían entre los pobladores.

Resulta que uno de los misioneros había sido criticado por la apariencia de su esposa. Sucedía que la esposa era una mujer esbelta, y esto no era aceptable en aquella cultura. Se consideraba que el esposo no estaba cuidando bien de ella, porque era muy flaca.

Entre aquellas personas, la mujer con sobrepeso era considerada muy bella. Conforme más pesaba la mujer, más pulcra era. Incluso había un proverbio en aquella parte del mundo que decía: Si tu esposa se sube al camello, y el camello no se puede parar, tienes una esposa realmente bella.

En nuestra cultura obsesionada con estar en forma, en la que la anorexia ha llegado a ser casi una epidemia y las dietas nunca pasan de moda, esta forma de pensar parece ridícula. Lo que nos demuestra, sin embargo, es que la belleza física es una idea muy relativa. Lo bello de una cultura es lo feo de otra.

¿Habrá una belleza que trascienda las normas culturales, una belleza verdadera que no dependa de las vicisitudes de las modas o la condición genética de la persona? La Biblia nos enseña que sí la hay. La mujer que alcanza la belleza verdadera es realmente digna de ser loada.

Lectura: Proverbios 31: 30-31

31:30 Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
31:31 Dadle del fruto de sus manos, Y alábenla en las puertas sus hechos.

En un mundo que valora la apariencia y la imagen mucho más que la realidad, la Palabra de Dios nos llama a ver lo que realmente importa en la persona. Engañoso es el encanto y pasajera la belleza, dice nuestro pasaje.

El encanto de una mujer bella muchas veces esconde un corazón egocéntrico. Muchos hombres se han casado con muchachas muy bonitas para luego sorprenderse de las críticas que salen de sus bocas tan perfectamente formadas.

Además de esto, la belleza se acaba. Aquella piel tan perfecta y suave se arrugará; la gravedad afectará al cuerpo tan bien formado; y las canas aparecerán en el cabello. La belleza física es pasajera y efímera.

Por este motivo,

La mujer sabia desarrolla la belleza del corazón más que la del cuerpo

Dice nuestro pasaje: La mujer que teme al Señor es digna de alabanza. El mundo aplaude a las mujeres que tienen ciertos atributos físicos. Los concursos de belleza se enfocan en las medidas y la apariencia de las concursantes. Las mujeres bonitas reciben la atención de los demás – los celos de otras mujeres y la admiración de los hombres.

Dentro del Reino de Dios, sin embargo, hay otra perspectiva. La belleza física engaña y se esfuma; la belleza interior, la belleza de carácter y de corazón, dura por siempre. Esta clase de belleza trae alabanza. Trae el aprecio del hombre sabio; y más importante, trae la aprobación de Dios.

Esta belleza nace de una relación con Dios. Es por esto que nuestro pasaje habla de la mujer que teme al Señor. La belleza física es primordialmente genética. En otras palabras, naces o no naces con ella. Y como dijo Abraham Lincoln, es obvio que Dios prefiere a las personas de apariencia ordinaria, porque hizo tantos.

La belleza espiritual, en cambio, es algo que se desarrolla. Es al amar, adorar y obedecer al Señor que se encuentra la verdadera belleza del corazón. Y de la misma forma que muchas mujeres pasan horas haciendo ejercicios para mantener la figura, aplicando maquillaje para mejorar la cara, y tiñéndose el cabello para lucir mejor, también hay ciertas cosas que toda mujer puede y debe de hacer para desarrollar su belleza interior.

La cosa más importante que puede hacer cualquier mujer creyente para ser más bella es pasar tiempo con Dios. Ese tiempo de oración y lectura bíblica es como una sauna para el alma. Limpia, purifica, prepara y transforma al corazón para que llegue a ser más como lo que Dios desea.

Hay mujeres que se ponen Coca-Cola en la piel para broncearse, mayonesa en el pelo para hidratarlo, pepinos en los ojos para rejuvenecerlos y aguacate en la cara para la tez. Llegan a parecerse a una ensalada con pies. Si esas cosas funcionan o no, no lo sé; pero les puedo asegurar que la comida más importante para el alma es el tiempo diario con Dios. No lo omitas de tu régimen de belleza.

La otra parte esencial de cualquier régimen de belleza espiritual es la sumisión a la voluntad de Dios. Vivimos en una era que no valora la sumisión. A las mujeres se les dice que han sido marginadas, y que tienen que defender sus derechos. Esto puede ser; pero es muy fácil en tal ambiente que la liberación se convierta en rebelión contra Dios.

En lugar de aceptar el papel que la sociedad te impone – sea el papel de esclava, impuesto por una sociedad machista, o el papel de rebelde, impuesto por una sociedad feminista – busca el rol que Dios quiere que llenes. Entenderás esa tarea al estudiar la Biblia y buscar en ella tu dirección. Decídete a someter tu vida a la voluntad que Dios allí te revela.

Esa actitud de sumisión tan despreciada por el mundo se revelará en tu comportamiento. Leemos acerca de esto en 1 Pedro 3:3-4:

3:3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,
3:4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.

Algunas personas han usado el verso 3 para prohibir a las mujeres que se arreglen, que usen maquillaje, que usen joyas y otras cosas. Esto no es lo que Dios nos está diciendo. Tenemos que entender la diferencia entre una interpretación literal y una interpretación literalista de un pasaje.

La interpretación literal siempre es preferible. Interpretar literalmente un pasaje significa buscar la intención del autor en su comunicación. En otras palabras, queremos entender lo que el autor quiso decir en lugar de imponer nuestras propias ideas sobre el pasaje.

Muchas veces, en cambio, una interpretación literalista va en contra de la interpretación literal, porque no toma en cuenta los modismos que se pueden emplear, las metáforas que pueden aparecer o las reglas del género de literatura usado.

Como mencionamos hace algunas semanas, es un modismo comúnmente empleado en la Biblia decir “No esto, sino aquello”, cuando el sentido es “Aquello mucho más que esto”. Aquí, entonces, Pedro no prohíbe que las mujeres cuiden su apariencia; lo que les enseña a hacer es preocuparse mucho más por la belleza interna que por la externa.

Si pasan tiempo arreglando su apariencia, pasen más tiempo buscando a Dios. Si gastan dinero y esfuerzo en el aseo personal, gasten más dinero y más esfuerzo en el aseo espiritual.

Esto resultará, dice Pedro, en un espíritu suave y apacible. Esto describe un comportamiento humilde, una actitud que busca servir a otros. Contrasta con la imagen de la mujer que posee belleza física, pero únicamente la usa para lograr lo que quiere. Denota la mujer que piensa en otros, no sólo en sí misma. Ésta es la verdadera belleza.

Hemos hablado mucho a las mujeres. ¿Qué tal los hombres? Al hombre también le toca entender la verdadera belleza.

El hombre sabio aprecia la belleza del corazón más que la del cuerpo

Si somos sabios, hombres, recordaremos lo que dice el verso 30: Engañoso es el encanto y pasajera la belleza. No nos fijaremos tanto en la apariencia de la mujer, sino más bien buscaremos la belleza de carácter.

Para el hombre casado, esto significa alabar las virtudes de su esposa. La mujer que teme al Señor es digna de alabanza. Está bien que le digas a tu esposa que se ve bien, pero es aun mejor que hables de sus cualidades de carácter.

Fíjate en lo que dice: es digna de alabanza. Merece que hables de ella ante otros. Merece que comentes con tus amigos lo buena que es. El hombre sabio nunca critica públicamente a su esposa. Eso no edifica, y la Biblia nos dice que toda nuestra conversación debe ser edificante.

Hermano, no se te ocurra decir ante otros que tu esposa quema las tortillas, o que no sabe cocinar como tu mamá. Eso, en lugar de edificar, derriba. Más bien, busca formas de alabar el carácter de su esposa. Si ama al Señor, coméntalo. Si es buena madre, cuéntalo. Si te ha servido de apoyo, considéralo.

Quizás una de las cosas más tristes que se ve es el abandono de una esposa por su esposo, simplemente porque ella ya no es joven, y él quiere encontrarse una más bonita. La atracción de la juventud sólo dura un tiempo breve; la belleza de un corazón entregado al Señor es por siempre. El hombre sabio aprecia la belleza del corazón, no la del cuerpo.

De la misma manera, el hombre soltero busca una esposa digna de alabanza. Es muy fácil dejarse llevar por una cara bonita. Cuando consideramos el estar toda una vida con nuestra esposa, sin embargo, nos conviene buscar algo más que una cara bonita.

Apareció un anuncio en el periódico que decía: Granjero desea casarse con mujer de 35 años con tractor. Enviar foto del tractor. Este hombre sabía lo que le importaba. Quizás no busquemos, como él, un tractor; pero debemos de saber lo que más nos importa en una mujer. No su apariencia física; eso no durará. Más bien, es el corazón que importa.

Tenemos que decir algo aquí acerca de la mujer soltera. Aunque el plan de Dios para la mayoría de las mujeres es que se casen, también vemos que la mujer tiene valor y propósito completamente aparte de su esposo. Es por esto que dice el verso 31: ¡Sean reconocidos sus logros, y públicamente alabadas sus obras!

El reconocimiento no es para el esposo, sino para la mujer. Esto indica que la mujer tiene valor en sí misma, y no sólo como apoyo de su esposo. Si te encuentras soltera, no te desesperes en la búsqueda por un esposo. Más bien, busca el propósito que Dios tiene para ti como mujer. Él te dará una forma de servirlo, si lo buscas.

Las ideas de la belleza física pueden variar de un lugar a otro, pero la belleza de carácter dura por siempre. El hombre mira la apariencia, pero el Señor mira el corazón. Aprende a mirar como lo hace el Señor, y no te enfoques en lo físico. Así conocerás la belleza verdadera.

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