¿Estás creciendo?


El Crecimiento

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¿Estás creciendo?

Imagine la siguiente escena. Un joven llega a su nuevo trabajo en un supermercado, y su jefe le empieza a enseñar la tienda. A la distancia se observa a un anciano conversando con una señora, y el jefe le comenta al nuevo empleado: Aquél es Ramírez. Tiene veinte años en esta tienda. El joven comenta: Seguramente me podrá enseñar muchas cosas, entonces.

En eso, el anciano se aproxima y le pregunta al jefe: ¿Dónde se encuentra la leche? La señora me estaba preguntando. El jefe le responde: Donde siempre ha estado, en la sección de productos lácteos, al fondo de la tienda. El joven y el jefe siguen su recorrido de la tienda, cuando de repente se vuelve a acercar Ramírez y le pregunta al jefe: Jefe, ¿dónde están las manzanas? Hay un cliente que quiere saber. El jefe le responde: Junto a la entrada en la sección de frutas y verduras.

A cada rato regresa Ramírez para preguntar dónde se encuentra algún producto, hasta que el nuevo empleado le pregunta al jefe: ¿Cuántos años me dijo que tiene trabajando aquí Ramírez? Parece que no se ha aprendido muy bien la organización de la tienda. El jefe le responde: Ramírez tiene veinte años aquí, pero el no recibe salario. Está en el mismo nivel que cuando empezó. Nosotros nunca lo contratamos; simplemente sigue apareciendo aquí cada día. Realmente no nos sirve de nada, pero tampoco nos estorba, así que no lo hemos corrido.

¿Qué tal? ¿Cómo les parece este Ramírez? ¿Qué le hace falta a este hombre? Le hace falta crecer. Es de esperar que un neófito sea ignorante y sirva de poco, pero un hombre que tiene veinte años en algún lugar ya debe de saber algo y servir para algo.

A Ramírez le hacía falta crecer. En estas fechas en que pensamos en el nuevo año que se aproxima y los propósitos que tendremos para él, es bueno que también examinemos nuestra vida espiritual y nos preguntemos si estamos progresando.

¿Eres un Ramírez? ¿O estás creciendo? Para llegar a una respuesta satisfactoria, hay varias cosas que debes de entender.

El crecimiento es el estado normal del cristiano

Cualquier organismo vivo estará creciendo. Es una de las leyes de la naturaleza. A distinción de las piedras o las montañas, los organismos viven y crecen. La vida es dinámica. De igual modo, la vida cristiana es dinámica.

Encontramos este principio en 1 Pedro 2:2. Aquí leemos: Deseen con ansias la lecha pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación.

Pedro escribía a un grupo de iglesias que ocupaba un lugar geográfico algo extenso. Dentro de estas iglesias se encontrarían personas que estaban en muchas etapas distintas de su caminar cristiano. Seguramente había algunos que eran nuevos creyentes, y otros que eran discípulos de Cristo desde hacía muchos años.

Sin embargo, a todos sin excepción Pedro les da el mismo mandato: Deseen la Palabra, que es como la leche que alimenta a un recién nacido, para que crezcan en su salvación.

¿Se dan cuenta? ¡Hay que crecer en la salvación! La salvación no es algo estático. No es algo que recibimos para guardarlo por ahí hasta que Jesús vuelva, como la póliza de seguro del carro. No; es algo dinámico, algo que nos lleva al progreso y al crecimiento.

Hace un par de años compré semillas de algunas hierbas – perejil, culantro, albahaca – para sembrar en el jardín. Resulta que no sembré todas las semillas, y los guardé para usar en el futuro.

Este año se me ocurrió sembrar la semilla que había quedado. ¿Saben lo que pasó? ¡Nada! La semilla ya no servía. Para sacarle provecho, tenía que sembrar toda la semilla para que creciera en vez de almacenarla.

De igual modo, la vida cristiana no es algo que se almacena, como un guardadito para el futuro. Es algo que se siembra para que crezca y dé su fruto, cultivando el desarrollo y la madurez que darán un buen resultado. El crecimiento es el estado normal del cristiano – si no estamos creciendo, algo está mal.

¿Qué tal vas? ¿Estás creciendo? ¿Ves progreso en tu vida espiritual? Por si no lo ves, vamos a examinar las razones por las que no crecemos.

El crecimiento se estanca por ignorancia o por rebelión

Puede haber otras razones por las que el crecimiento no tiene lugar, pero creo que podemos ver una o ambas de estas cosas al fondo de la mayoría de los casos de falta de crecimiento. En primer lugar, podemos no crecer porque no sabemos que debemos de crecer o porque no sabemos cómo crecer.

En el verso que ya leímos, Pedro nos insta a desear la leche de la Palabra para que crezcamos en nuestra salvación. Ahora, ¿qué sucede si un bebé no se nutre con las comidas esenciales para su crecimiento? No crecerá. De igual manera, si no estamos aprendiendo más acerca de Dios mediante un conocimiento creciente de su Palabra, también se estancará nuestro crecimiento.

Recuerdo a un amigo que tenía en la universidad. Estaba allí preparándose para servir al Señor. El se había convertido hacía unos dos o tres años, y cuando se convirtió, vivía en unión libre con su novia. El me comentaba esta situación, y me dijo que había vivido así por varios meses después de convertirse, hasta que en su propio estudio bíblico se dio cuenta de que esto no estaba bien.

La novia no quiso casarse con él, y se tuvo que separar de ella. Su comentario fue muy interesante; me dijo: Tony, nadie me dijo que lo que yo hacía estaba mal. Yo mismo tuve que descubrirlo.

Nos puede parecer extraño que alguien no sepa que la “unión libre” está en contra de la voluntad de Dios, pero en estos días de gran ignorancia de las Escrituras y la moral que Dios nos manda, hay personas que realmente no saben qué es lo que Dios espera.

Este amigo mío vivió en pecado, estorbado en su crecimiento espiritual, por varios meses simplemente por ignorancia. Y así hay muchas personas que buscan seguir al Señor, pero no saben bien cómo hacerlo.

¿Cuál es la solución al problema de la ignorancia? Obviamente, la ignorancia se resuelve con el aprendizaje. Es menester que, como creyentes, deseemos con ansias la leche de la Palabra. Esto significa buscar cada día más tener un mayor entendimiento de la Palabra de Dios.

Tenemos que estarla leyendo y estudiando regularmente. Si no tienes un plan de lectura bíblica, busca una. Además de una lectura regular, debemos de asistir fielmente a un lugar en que podemos estudiar la Biblia con otros. Podemos también consultar buenos libros que nos darán un entendimiento mayor de diferentes aspectos de la revelación divina.

No dejes que la ignorancia estorbe tu crecimiento. Proponte en este año crecer en tu conocimiento de la Palabra.

A la vez, hay otro estorbo que, si está presente en tu vida, no se quitará con años de estudio. Me refiero a la rebelión.

El autor de la carta a los Hebreos se dirige a un grupo de personas que estaban en esta situación:

Hebreos 12:5-7

12:5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
12:6 Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.
12:7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?

Estaban estancados en su crecimiento a causa de la rebelión. Estaban pasando por una situación difícil, mediante la cual Dios pretendía purificarlos; pero en lugar de responder con arrepentimiento, estaban a punto de dejar la fe. Éste es el motivo de la carta.

Muchas veces nos sucede que aprendemos algo nuevo acerca de Dios y su voluntad para nosotros, y simplemente lo guardamos en nuestra memoria – pero no lo vivimos. No lo ponemos en práctica. Sin saberlo, estamos en rebelión – porque cuando no obedecemos algo que Dios nos dice que hagamos, nos estamos rebelando contra él.

¿Recuerdan la historia de mi amigo? Tan pronto él se dio cuenta de que su situación era mala – tan pronto se le despejó la ignorancia – él actuó para remediar la situación. En este caso, no hubo rebelión. Imaginen, sin embargo, que él hubiese empezado a poner peros. Podría haber dicho, Bueno, tengo mucho tiempo con esta muchacha, y no nos podemos separar así no más. Hemos estado juntos por buen rato; creo que ante los ojos de Dios ya estamos casados, ¿no?

En fin, los pretextos pueden ser múltiples; el resultado es el mismo. Sin darnos cuenta, nos estamos rebelando contra la clara voluntad de Dios, pretendiendo hacer las cosas a nuestra manera. Cuando hacemos esto, no podemos seguir creciendo. La rebelión pone un alto a nuestro progreso en la vida cristiana, y nos quita el gozo.

¿Saben cuál es la solución a la rebelión? Es la confesión y el arrepentimiento. Tenemos que confesarle a Dios nuestra desobediencia, y también confesársela a cualquier persona que hayamos lastimado mediante ella. También puede ser necesario, en caso de una rebelión habitual, confesar el pecado a algún creyente maduro y pedir su ayuda en oración y en consejería.

Si no queremos dejar nuestra rebelión, podemos estar seguros que no podremos crecer. Podemos saber también que, si somos creyentes de veras, Dios nos disciplinará. Vendrán a nuestra vida problemas y sufrimientos cuyo propósito es escarmentarnos.

En cierta ocasión, un niño jugaba con un barquito de juguete en una laguna. De repente, el barco se empezó a alejar del niño. En eso, un hombre empezó a tirar piedras a la laguna. A los ojos del niño, parecía que estaba tirándolas al barco, tratando de hundirlo. Sin embargo, al observar con más cuidado, se dio cuenta de que las piedras iban por encima del barco, y hacían pequeñas olas que, poco a poco, acercaban el barco al alcance del niño.

De igual modo, cuando estamos bajo la disciplina de Dios, podemos sentir que él nos está tirando piedras. Sin embargo, su propósito no es destructivo, sino restaurador. Si reconocemos que él, en amor, nos está tratando de acercar nuevamente a su presencia, con gozo dejaremos nuestra rebelión y nos arrepentiremos.

Te animo a escudriñar tu propio corazón en este momento y ver su condición. ¿Estás creciendo? ¿Estás viviendo la vida cristiana normal? ¿O estás estancado? Quizás necesites desear con más ansias la leche de la Palabra. O quizás estés en rebelión.

Deja que el Espíritu Santo te demuestre tu condición, y que también te enseñe la solución. Empieza este año nuevo con una nueva decisión de crecer en tu caminar con Dios.

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