El servicio al Reino
¿En alguna ocasión te has sentado para escribir las metas que tienes para tu vida? Es un ejercicio que te podría abrir los ojos. Una de las cualidades innatas del ser humano es la necesidad de sentir que su vida importa, que cuenta para algo. Sin embargo, muchos de nosotros no tenemos ninguna idea de lo que estamos tratando de lograr.
Algunos dirían, quizás, que sólo están tratando de sobrevivir. Con el alto costo de la supervivencia en el mundo actual, todas sus energías se gastan en el vaivén de la vida diaria. Otros quizás tengan metas más definidas; quieren formar una familia, quieren que sus hijos crezcan con oportunidades para progresar, quieren tener una vejez económicamente cómoda.
Ninguna de éstas es una mala meta, pero: ¿es esto todo? ¿Viviremos solamente por esta vida, por lo que podremos lograr para esta vida? La vida de cada uno de nosotros puede tener significado eterno. Podemos realizar labores que sobrepasarán el tiempo y la historia humana, y llegarán hasta la eternidad.
Nuestras vidas tendrán significado eterno cuando nuestra primera meta es servir al Reino de Dios. Podemos dejar un legado que durará mucho más allá de nuestra vida aquí en este mundo. Sirviendo a Dios, nuestras vidas tienen significado eterno.
¿Pueden hacer esto sólo los que se dedican al ministerio a tiempo completo? De ninguna manera. Más bien, cada uno debe de buscar el llamado que Dios ha puesto sobre su vida. A algunos de nosotros, Dios nos llama a trabajar a tiempo completo en el servicio a la iglesia; a todos nos llama a una vida de servicio dentro del contexto en que El nos ha colocado.
Hablaremos hoy de tres grandes realidades acerca del servicio al Reino de Dios. Es imprescindible comprender que el servicio al Reino tiene sus propias reglas. No es como los trabajos mundanos, que se basan en la plata, en el prestigio y en la “palanca”. Antes que nada, debemos de saber que
El servicio al Reino es un gran privilegio
Les voy a compartir un gran secreto: Dios no necesita a ninguno de nosotros. Nadie es indispensable. A veces servimos a Dios como si le estuviéramos haciendo un gran favor, y hasta nos enojamos cuando no recibimos la recompensa que nos creemos merecer.
Dios nos da un gran privilegio al ofrecernos la oportunidad de servir en su Reino. El apóstol Pablo nos enseña esta lección.
Lectura: Romanos 15:17
15:17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere.
Observemos con cuidado lo que nos dice aquí la Palabra inspirada de Dios. El apóstol Pablo consideraba un orgullo el poder servir a Dios en Cristo Jesús. Esta última frase es sumamente importante; el servicio que Dios bendice y que nos llena es el servicio ofrecido en Cristo, confiando en sus fuerzas y buscando su liderazgo.
Si hemos aprendido a servir a Dios por medio de Cristo, podemos gozarnos en ese servicio, sabiendo que lo que hacemos tiene valor eterno. Ahora bien, no se trata de gozarnos en los resultados, o en los elogios, o en los aplausos de las personas. No; Pablo nos dice que es el servicio que es motivo de orgullo. El simple hecho de ser llamados por Dios para ser sus servidores es suficiente recompensa.
Nuestro Señor Jesús también nos compartió este mismo mensaje.
Lectura: Juan 12:26
12:26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.
Por una parte, este verso nos muestra el modelo del servicio; el modelo es Cristo mismo. Si queremos servirle, tenemos que seguirle. Tenemos que imitar su ejemplo, su modelo de sacrificio, de pureza y de entrega.
Por otra parte, nos muestra el estímulo al servicio. Si servimos a Cristo, nos dice la Biblia, recibiremos honor del Padre. Detengámonos un momento para contemplar lo que esto significa. ¿Cómo se podría comparar el aplauso de la multitud con el honor mismo de Dios? ¿Qué podría ser más emocionante que ser honrado por Dios mismo?
Aparte de nuestra salvación, creo que ésta es la promesa más grande que la Biblia nos hace. Aunque somos seres pecadores, desobedientes, menospreciables, en su amor Cristo nos levanta del fango y no solamente nos perdona, sino que nos ofrece la oportunidad de ser honrados por nuestro servicio a El.
¡Qué gran honor! ¡Qué gran privilegio! En el día el juicio, los laureados del premio Nóbel, los actores que han recibido el Oscar y los ganadores de la lotería se comerán de envidia a los que Dios está honrando por su servicio al Reino. Aquí en esta tierra, quizás nadie te aplauda, quizás nadie te reconozca, quizás nadie te agradezca tu servicio; en ese día, recibirás el honor más alto.
Si tú has respondido al llamado de Dios, no dudes que el enemigo tratará de desanimarte. Te susurrará al oído que nadie se está fijando en lo que tú estás haciendo, que a nadie le importa, que nadie te lo agradece. No creas sus mentiras. Dios lo ve, aunque nadie más se dé cuenta; y cuando Jesús regrese, serás honrado.
Ya que el servicio al Reino es un honor tan grande, tenemos que entender que
El servicio al Reino debe estar enfocado
Una de las cosas interesantes que encontramos en el ministerio de nuestro Señor Jesús es que El en muchas ocasiones trató de desanimar a quienes lo querían seguir. Hoy en día, parece que queremos que cualquier persona sirva en la iglesia, simplemente para que se puedan llenar todos los puestos. Jesús, en cambio, era muy selectivo. Veamos un ejemplo de esto.
Lectura: Lucas 9:61-62
9:61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
9:62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Jesús caminaba por el camino, y muchos andaban con El. Les atraían sus enseñanzas, sus milagros y su persona. Varios de ellos quisieron seguirle, pero… con peros. En este caso, el que deseaba ser discípulo tenía una prioridad más alta que su servicio al Señor. Su familia era más importante.
Pero tú dirás: ¿Por qué fue tan cruel Jesucristo? ¡El hombre sólo quería despedirse de su familia! Sí, pero Jesús discernió el verdadero problema. Si no estaba dispuesto a seguir a Jesús sin peros – confiando en que El le daría la oportunidad de hacer lo necesario – estaría siempre distraído en su servicio al Señor.
Jesús compara esta clase de persona con un agricultor que pone la mano sobre el arado para cavar un surco, pero luego se distrae. Mira hacia atrás para ver si ya viene su esposa con el almuerzo – o por algún otro motivo – y se distrae de lo que está haciendo. Díganme, ¿cómo quedará el surco que hace tal arador? ¿Quedará recto? De ninguna forma.
Ese surco chueco se parece a la clase de servicio que le rendiremos a Dios si nuestro servicio al Reino no está bien enfocado. Si servimos a Dios cuando nos pega la gana, cuando nos conviene, cuando nos sentimos bien, no podremos servirle con eficacia y con poder. Tenemos que estar enfocados en la meta.
No importa cuál sea la clase de servicio que el Señor te haya encomendado. Quizás tú barres la iglesia, quizás enseñas una clase, quizás colaboras en la música – no importa la clase de servicio que Dios te haya dado; importa tu enfoque. ¿Le estás dando todo al Señor? ¿Le estás dando el cien por ciento? No dejes surcos chuecos. Enfoca tu servicio.
Y sin embargo, el enfoque sólo no es suficiente. Hay un elemento más, un elemento imprescindible. Es que
El servicio al Reino tiene que realizarse en el poder del Espíritu
Si el Espíritu Santo no está impulsando y habilitando nuestro servicio, es posible que hagamos muchas cosas, e incluso que la gente nos halague, pero no lograremos lo que Dios desea para nuestras vidas.
Lectura: 1 Corintios 1:5-7
1:5 porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia;
1:6 así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros,
1:7 de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuesto Señor Jesucristo;
En estos versos, el apóstol Pablo indica a la iglesia que no le falta ningún don espiritual. Dios ha repartido los dones entre los miembros de la iglesia como El ha querido, de modo que tenemos todo lo necesario para servir con eficacia, para alcanzar a las personas y para realizar la obra que Dios tiene para nosotros.
Cuando hablamos de los dones del Espíritu, muchas veces parece como si habláramos de algo misterioso y espectacular. Ciertamente hay algunos dones muy llamativos, pero no todos los dones son así – quizás la mayoría no lo son.
¿Qué es un don del Espíritu? El teólogo Wayne Grudem lo define así: un don del Espíritu es cualquier capacidad que el Espíritu Santo habilita y usa en cualquier ministerio de la iglesia. Cuando Dios toma tus habilidades naturales y los usa de una forma especial en el poder del Espíritu, ése es tu don.
Cualquier predicador conoce en carne propia la diferencia entre predicar en sus propias fuerzas, y predicar bajo la unción del Espíritu. Aunque esté bien preparado y tenga grandes habilidades, hay una diferencia entre predicar en nuestro poder y predicar en el Espíritu.
Lo mismo se podría decir de cualquier otro don – el don de enseñanza, el don de servicio, el don de misericordia, el don de fe o el don de discernimiento. Puede ser que tengamos habilidades naturales en estas áreas, pero cuando las ejercemos bajo la unción del Espíritu, hay una bendición especial por parte de Dios.
Pregunta: ¿cómo puedo servir en el Espíritu? ¿Cómo puedo saber cuál es mi don? Respuesta: busca el lugar de servicio donde experimentas bendición, y busca también la opinión de hermanos maduros. No tengas miedo de intentar cosas diferentes. Dios te guiará. No te preocupes tanto por identificar tu don; busca tu lugar de servicio, y Dios te usará.
Al principio de este mensaje te pregunté si habías hecho una lista de tus metas personales. Ahora quiero invitarte a comprometerte en hacer del servicio al Reino tu meta principal. Mientras cantamos una canción final, quiero invitarte – si quieres comprometerte con Dios en servirle enfocadamente y en el poder del Espíritu – a pasar adelante.
Esta no es una invitación solamente para los que sientan el deseo de servir al Señor a tiempo completo, sino para todo creyente que quiera servir en su lugar en la viña con aplicación y con denuedo.