El rollo pequeño
El Antiguo Testamento contiene la historia de un profeta renuente. Este hombre recibió un encargo de Dios, pero no quiso cumplirlo. Más bien, navegó en dirección contraria a la que Dios le había mandado.
Dios le dijo que predicara su juicio contra Nínive, la capital del imperio de Asiria. Los asirios eran famosos por su maldad. ¿Sería que este profeta, Jonás, esquivó su misión porque temía lo que podrían hacerle los asirios? Habría sido un temor lógico, pero él mismo nos dice que ésta no fue la razón de su reluctancia.
Pero ésta no fue la razón por la que Jonás no quiso ir. Más bien, él temía que los asirios se arrepintieran, y que Dios entonces se arrepintiera del mal que había pensado hacerles. ¡Jonás no quería que los asirios fueran perdonados! En Jonás vemos que, cuando Dios proclama juicio, es porque El busca el arrepentimiento.
Hoy vemos a otra persona que recibe un mensaje de juicio. Su reacción es un poco distinta a la de Jonás. Leeremos nuestro pasaje en secciones para ir aclarando su significado, e iremos sacando algunas conclusiones del mensaje divino.
Apocalipsis 10:1-4
10:1 Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
10:2 Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
10:3 y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.
10:4 Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.
Aquí vemos a un ángel bajar del cielo, un ángel cuyo aspecto es tan esplendoroso que algunos han pensado que se refiere a nuestro Señor Jesucristo. Pero Jesús no es un ángel, y esta palabra no se le aplica en el Nuevo Testamento ni en Apocalipsis. Este quizás es un arcángel, uno de los líderes angelicales.
El ángel se para sobre tierra y mar, indicando que el mensaje que trae es para toda la humanidad. Trae en la mano un pequeño rollo; éste no es el mismo que el rollo que había abierto el Cordero, sino que es un mensaje de juicio.
Juan oye a los truenos hablar, pero se le prohíbe apuntar lo que dicen. Esto indica que hay algunas cosas acerca del futuro y acerca de su juicio que Dios ha elegido ocultarnos. Debemos de recordar esto siempre, pues a veces queremos saber cosas que Dios no nos ha querido explicar. El nos ha dicho lo suficiente como para vivir para El.
Apocalipsis 10:5-11
10:5 Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,
10:6 y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más,
10:7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
10:8 La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.
10:9 Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
10:10 Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
10:11 Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.
El ángel anuncia solemnemente, garantizando sus palabras con juramento, que el fin ya se acerca. La visión del rollo pequeño representa una interrupción en la secuencia de las trompetas; cuando llegue la séptima trompeta, será el fin.
Del cielo habla nuevamente la voz, posiblemente la voz de Cristo, y le dice a Juan que tome el rollo de la mano del ángel. Francamente no sé cómo se atrevió a hacerlo. Frente a un ser tan espeluznante, creo que cualquier de nosotros se habría quedado inmóvil.
Juan, de todas formas, se acerca y le pide el rollo. Le sucede algo parecido a lo que le pasó al profeta Ezequiel, quien también tuvo que comer un rollo. La dulzura del rollo indica que siempre es un gozo recibir la Palabra de Dios, como la recibe aquí Juan; sin embargo, es un mensaje de juicio, y por esto le amarga las entrañas.
En seguida, entonces, él relata el mensaje de juicio que contiene el rollo, representado visiblemente en las acciones que se le dice que tome.
Apocalipsis 11:1-6
11:1 Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él.
11:2 Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.
11:3 Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
11:4 Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.
11:5 Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.
11:6 Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.
Este es, francamente, uno de los pasajes más misteriosos de un libro lleno de misterios. Las dos preguntas principales son éstas: ¿a qué se refiere el templo, y quiénes son los dos testigos? El templo en Jerusalén ya no existe, así que, si lo quisiéramos tomar en un sentido literal, tendríamos que suponer que el templo se volverá a construir. Hay quienes interpretan este pasaje de esta manera. Francamente, esta interpretación es atractiva, pero hay varios motivos que nos llevan a tomarlo de otra manera.
El Nuevo Testamento nos da a entender que la Iglesia ahora es el templo de Dios. Por ejemplo, 2 Corintios 6:16 dice: “Nosotros somos el templo del Dios viviente”. Varios versos dan eco a esta idea. Hay una progresión en la Biblia desde el tabernáculo, al templo construido por Salomón, al segundo templo, al templo que fue Jesús mismo, al templo que es la Iglesia. Tomar este versículo como una referencia a un templo físico, entonces, sería regresar al pasado.
Pero entonces, ¿qué significa el hecho de que Juan mide el templo? Significa que Dios tiene contados a los suyos, y que ninguno se perderá. Las naciones paganas pisotearán a la ciudad santa. Esto indica que habrá persecución, pero que ningún verdadero adorador de Dios será perdido.
Cristo mismo dijo: “No teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Aunque nos lleguen a matar, no nos pueden hacer daño – porque nuestro ser verdadero está protegido por Dios.
Los dos testigos, entonces, representan el testimonio de la Iglesia. La referencia a los dos olivos y los dos candelabros es una alusión a la visión del profeta Zacarías, donde él vio de esta forma a Josué y Zorobabel, los dos líderes de la restauración del pueblo después del exilio. Bajo la ley, era preciso que dos testigos dieran fe de cualquier hecho. Estos dos personajes podrían ser dos personas específicas, o podrían representar el testimonio de la Iglesia en general.
También se indica que su testimonio será dado en el espíritu y poder de Elías y de Moisés. Las señales que mencionan el verso seis dan eco al ministerio de estos grandes hombres. El fuego que sale de sus bocas indica el juicio que viene sobre el mundo al no responder a la predicación del evangelio.
Todo esto significa que la Iglesia, como testigo del poder de Dios, está protegida espiritualmente; ya ha sido medida, y nada cambiará sus dimensiones. Por otra parte, actualmente tenemos la responsabilidad de dar testimonio del evangelio, aunque bajo persecución; pero sabemos que nuestro testimonio no es inútil.
Apocalipsis 11:7-14
11:7 Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará.
11:8 Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.
11:9 Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados.
11:10 Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra.
11:11 Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.
11:12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron.
11:13 En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo.
11:14 El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto.
La bestia que sube del abismo es Satanás mismo; aquí se nos indica que llegará el momento en que, aparentemente, él logrará silenciar el testimonio de la Iglesia mediante la persecución. Esto será motivo de gran regocijo entre los habitantes del mundo. Sin embargo, la aparente destrucción de la Iglesia será seguida por su resurrección.
El lugar donde esto sucede es un lugar que volverá a aparecer más tarde en Apocalipsis. Es la gran ciudad, que representa al mundo en toda su rebelión contra Dios. El espíritu de rebelión que se expresa en la gran ciudad también se vio en Sodoma, en Egipto, y hasta en Jerusalén, donde Jesús fue crucificado. Sin embargo, es ante todo una realidad espiritual.
Varias veces se menciona en este pasaje el espacio de tres años y medio, descrito de diferentes formas: como 42 meses y como 1260 días. Esto representa la mitad de siete años, y siendo siete el número de la perfección, indica que el tiempo de persecución es relativamente breve. Asimismo, los tres días y medio que duran muertos los dos testigos dan eco a los tres días que pasó Jesús en la tumba, y relacionan el martirio con la participación en la muerte de Jesús.
Queda todavía la séptima trompeta.
Apocalipsis 11:15-19
11:15 El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.
11:16 Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
11:17 diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.
11:18 Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
11:19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.
De la misma manera en que el séptimo sello marca el final de la historia humana y el comienzo de la eternidad, así también lo hace la séptima trompeta. Como hemos visto, las siete trompetas corresponden temporalmente a los últimos sellos.
Todos los reinos de este mundo llegarán a ser de Dios, quien gobierna por medio de Jesucristo sobre ellos. Aunque las naciones traten de detener a la Iglesia, no lo podrán hacer; y llegará el momento de la recompensa. Los que sean fieles a Jesucristo serán recompensados, sin importar su estación en la vida.
Hay un detalle interesante en el verso 18; se comenta que el juicio de Dios viene para “destruir a los que destruyen la tierra”. Dios responde con ira a los que dañan la creación que El ha hecho. Desgraciadamente, hay personas que toman las profecías del juicio final como pretexto para dejar de cuidar la tierra. Dicen: Si todo esto se va a destruir, ¿para qué cuidarlo?
Vemos que quienes así piensan cometen un grave error, pues Dios mismo destruirá a quienes lo deshonran, destruyendo su creación. Aunque no tengamos morada permanente en este mundo, debemos de cuidarlo por respeto a su Creador.
La garantía de que todo esto se cumplirá está en el verso 19, donde Juan ve el arca del pacto dentro del templo celestial. El arca del pacto del Antiguo Testamento era el lugar de la morada de Dios en el templo, y era también la garantía de la permanencia de su pacto con Israel.
El arca celestial es la garantía del pacto de Dios con su pueblo, y significa que El también recordará el pacto hecho con su pueblo. El no nos olvidará; si estamos en Cristo, tenemos la garantía segura de que El vendrá por nosotros y nos llevará a estar con El por toda la eternidad.
Volvamos por un momento al rollo pequeño, el que vio Juan en la mano del ángel, y que tuvo que comer. Vimos que tenía un sabor dulce, pero que le amargó el estómago. Es dulce recibir la palabra del Señor, pero sus elementos de juicio nos pueden causar malestar.
Aquí hay una profunda realidad. A veces, nosotros queremos solamente saborear el dulzor de la Palabra de Dios, sin experimentar el dolor de las entrañas. Queremos enfocarnos solamente en las cosas bonitas que Dios nos dice, queremos sentir el gozo de recibir la Palabra de Dios y nada más.
Sin embargo, la Palabra de Dios también incluye verdades que nos dan dolor de estómago. No podemos ignorar la realidad del juicio. No podemos ignorar la ira de Dios. Tenemos que reconocer que su ira viene contra la desobediencia y la maldad del hombre. No podemos quedarnos solamente con la idea de un Dios sentimental que ignora el pecado y la maldad.
Si queremos vivir en la realidad, tenemos que llevar hasta lo más profundo de nuestro ser esta realidad, de que habrá sufrimientos para los que realmente sigan a Jesús; de que habrá juicio sobre los que no obedecen a la verdad; y de que vivimos en un mundo que está radicalmente opuesto a la voluntad de Dios.
Esta es una cosa seria. No podemos jugar a la religión. No será suficiente tener una fe dominguera. Tenemos que comprometernos al 100% con la verdad completa de Dios, sometiendo nuestro corazón y nuestra vida a su voluntad en un acto de arrepentimiento.
Sólo así podemos formar parte de ese templo que Dios está construyendo para ser su morada, por medio de su Espíritu. Sólo así formaremos parte del reino de Cristo.
Que el Señor los bendiga!