El papel de padre


El papel de padre

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El papel de padre

Uno de los eventos más emocionantes de la vida del hombre es el llegar a ser padre. Cuando un hombre está a punto de llegar a ser padre, esta emoción crea cierta confusión mental.

Se cuenta, por ejemplo, del hombre que acompañó a su esposa al hospital mientras ella daba a luz. Él recorría ansiosamente los pasillos mientras su esposa estaba de parto – estaba hecho nudos por la preocupación y la ansiedad, y el sudor de la frente mostraba su agonía. Finalmente, a las 4 a.m., una enfermera le dijo: Tiene una niña. El hombre se relajó, y dijo: Gracias a Dios que es niña. ¡Nunca tendrá que pasar la agonía que yo he pasado hoy!

¿Qué es ser padre? ¿Dónde lo aprendemos? Y, ¿qué es ser hijo? ¿Dónde podremos conocer el amor de un padre perfecto? Efesios 3:14-15 nos dice que lo que es ser padre, y pertenecer a una familia, se encuentra en Dios: «Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra». Él es el patrón perfecto para cualquier padre, y es, a la vez, el único padre perfecto que podemos tener.

Dios, nuestro Padre, nos llama a ser buenos hijos y a ser padres como él. Y hay tres aspectos de Dios como Padre que podemos emular también nosotros:

Como Padre, el Señor tiene compasión de sus hijos – Salmo 103:13-14

Salmo 103:13-14
103:13 Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen.
103:14 Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.

– Dios conoce nuestra condición

Dios no es un padre perfeccionista, esperando cada oportunidad para regañarnos por hacer mal. Más bien, él conoce nuestras deficiencias, y nos tiene paciencia. Mirando nuestra vida pasada, ¿quién no puede testificar de la paciencia de Dios? Él nos esperó, y nos trata de acuerdo con nuestro nivel de madurez.

Así es que Dios nos muestra su amor: en vez de castigarnos duramente cada vez que le desobedecemos, él nos muestra gracia, y la muestra en Cristo Jesús.

Dios nunca se cansará de los que le temen. Si somos sus hijos, no tenemos que temer que algún día nos dirá – ¡Ya estoy harto de ti! ¿Por qué no eres como tu hermano? Dios conoce perfectamente bien como somos, y nos ama a pesar de nuestras múltiples fallas.

Podemos descansar en su paciencia, y abandonar la ansiedad que nos viene cuando pensamos que tenemos que ser perfectos para ganarnos su amor. Cristo murió por nosotros cuando éramos pecadores. Dios nos acepta, así como somos – si nos arrepentimos y confiamos en él. Es nuestro ejemplo como Padre:

– El buen padre tiene expectativas realistas de sus hijos

Muchos padres quieren tener hijos perfectos. No saben lo que se puede esperar de un niño de cierta edad, ni toman en cuenta la personalidad de sus hijos. Es necesario conocer a los niños para saber de qué cosas son capaces, y esperar de ellos tales cosas.

Sin embargo, también hay padres que tienen expectativas demasiado bajas. Cuando esperamos muy poco de nuestros hijos, nuestras expectativas casi siempre se volverán realidad.

En cierta ocasión, un evangelista preguntó a un grupo de 1000 presos: ¿Cuántos de ustedes tuvieron padres que les dijeron en alguna ocasión, un día estarás en la cárcel? Casi todos levantaron la mano. Las expectativas de sus padres se volvieron realidad.

Dios nos da un precioso paquete de potencial que se llama un niño. Si esperamos demasiado del niño, lo desanimaremos; si esperamos muy poco, lo impediremos. Cuando no conocemos a los niños, y no tenemos expectativas realistas, diremos cosas tales como: ¿Por qué no eres como tu hermana? Ella sí se porta bien. Cuando sí lo conocemos, decimos más bien: Yo sé que puedes hacer mejor trabajo. Hazlo otra vez.

Se cuenta la historia del padre de cinco niños que se ganó un juguete en una rifa. Para decidir quién jugaría con él, preguntó: ¿Quién es el más obediente de todos? ¿Quién nunca le dice que no a mamá? ¿Quién hace todo lo que se le dice? Cinco voces pequeñas respondieron: Está bien, papá. Te puedes quedar con el juguete.

Cuando esperamos niños perfectos, nos encontraremos desilusionados. Es esencial tener expectativas realistas de los niños – porque nuestro Padre celestial así es con nosotros.

Como Padre, el Señor cuida de sus hijos – Mateo 6:25-33

Mateo 6:25-33
6:25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
6:26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
6:27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
6:28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
6:29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
6:30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
6:31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

– Dios conoce nuestras necesidades

Cuando vivimos preocupados por los detalles la vida, mostramos que hemos olvidado que somos hijos de Dios. Jesús dice: los que no conocen a Dios, los paganos, viven sus vidas persiguiendo todo esto – el dinero, la seguridad, etc. Dios nos llama a estar más interesados en hacer lo que él desea que en asegurar nuestro futuro.

Por esto, cuando tenemos una preocupación, una necesidad, podemos llevarla a nuestro Dios en oración y saber que él se interesa por nosotros y nos ama.

Cuando era niño, nunca me preocupaba de qué iba a vestir, qué iba a comer o cómo iba a llegar a la escuela. Éstas eran preocupaciones de mis padres, y ellos nunca me fallaron. Yo sabía que siempre podía ir a mi papá con cualquier necesidad.

Quizás no pudiste tener esa misma confianza en tus padres, pero los que somos creyentes podemos vivir con esa confianza en Dios, sabiendo que él se interesa por nosotros, lo tiene todo bajo control y conoce perfectamente lo que necesitamos. Él es totalmente capaz de cuidarnos. De la misma forma,

– El buen padre conoce las necesidades de sus hijos

Parece muy obvio, pero los niños tiene necesidades más allá de la comida, la ropa, y el alojamiento. Pueden necesitar atención, afecto, consejos. El buen padre sabe pasar tiempo con ellos y mostrar interés en lo que les interesa.

Por ejemplo, un padre que es deportista puede pensar que los hobbies de su hijo, la lectura y la música, son aburridas – pero el amor significa mostrar interés en esas cosas, y participar con él en lo que le interesa. Todo esto envuelve amar, en vez de estar absorto en nuestros propios intereses y deseos. Pero el precio que se paga por no hacerlo es muy alto.

Un día, un joven compareció ante cierto juez por falsificación de documentos. Resultaba que el juez había sido amigo del padre del joven, quien era nada menos que el autor conocido de varios tomos legales. El juez se sorprendió de ver al hijo de un hombre tan ilustre acusado de un crimen tan bajo.

Muchacho, le dijo, ¿no recuerdas a tu padre, a quien has deshonrado? ¿Cómo es posible que un padre como el tuyo haya tenido un hijo tan desgraciado? El joven le respondió: Yo recuerdo perfectamente a mi padre, señor juez. Cuando lo buscaba para pedirle un consejo o simplemente para estar con él, siempre me decía: Vete, niño, estoy ocupado. Tengo que terminar mi libro. Bueno, mi papá terminó de escribir su libro, y así salí yo.

El buen padre conoce las necesidades de sus hijos, y se sacrifica por llenarlos – así como sacrificó nuestro Padre celestial a su único Hijo en la cruz para llenar nuestra necesidad suprema, la necesidad del perdón.

Como Padre, el Señor disciplina a sus hijos – Hebreos 12:4-11

Hebreos 12:4-11
12:4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;
12:5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
12:6 Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.
12:7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
12:8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
12:9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
12:10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
12:11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

– Dios disciplina a sus hijos para que crezcan en santidad

Los sufrimientos de la vida, lo que tenemos que pasar, los momentos cuando aprendemos a confiar en Dios y hacer su voluntad a pesar de todo son momentos de disciplina para nosotros.

La disciplina es la formación del carácter. Es como podar una planta: no es para desquitarse, ni por enojo con la planta, sino para que crezca bien y dé buen fruto.

La disciplina de Dios tiene el mismo propósito; es para que crezcamos como sus hijos. Es muestra de que él nos ama. Ésta es la razón por la que los malos muchas veces tienen vidas muy fáciles: no son hijos de Dios, y por esto no disfrutan de su disciplina.

Un día, un viajero se encontró en sus andares con un pastor de ovejas cuidando su manada. Entre las ovejas había una con la pata vendada. El viajero le preguntó al pastor: ¿Cómo llegó la oveja a quebrarse la pierna?

El pastor le respondió: Yo mismo la quebré. Esta oveja era la más traviesa de todas, y siempre se alejaba de la manada y se ponía en peligro. Yo temía que un día se cayera por una peña o se hiciera algún otro daño. Le quebré la pata, y cuando sane, será la más obediente

De igual forma, cuando las circunstancias de la vida nos presionan, tenemos que recordar que es para nuestro bien, si somos hijos de Dios. Él está obrando algo bello en nuestro carácter a través del sufrimiento. Es en el momento del sufrimiento que aprendemos acerca de la fidelidad de Dios, que nos sentimos impulsados a sumergirnos en su Palabra, que aprendemos a depender de sus promesas.

No desprecies la disciplina del Señor; más bien, coopera con él para que esas experiencias tengan su efecto – el de ayudarte a crecer en santidad. De igual manera,

– El buen padre disciplina a sus hijos

El padre que no disciplina muestra que realmente no ama a sus hijos. Quizás tiene un lazo sentimental, pero no está dispuesto a gastar el esfuerzo que precisa la disciplina.

La disciplina es esencial para formar el carácter de los niños. No es castigarlos porque nos han hecho enojar; no es desquitarnos con ellos; es enseñarles a respetar las reglas y normas que se han puesto.

Para esto es preciso dictar las normas, así como Dios nos ha revelado lo que él espera de nosotros; no es válido castigar a un niño por desobedecer una regla que él desconocía.

Es preciso también que el castigo quede claro. La clave para la buena disciplina es la constancia. Si el niño puede faltarle el respeto a su mamá hoy, y el papá se ríe, pero mañana el niño hace lo mismo y sale el cinto – eso no es disciplina. Si los niños no aprenden a controlar sus acciones, a hacer lo que no quieren y a no hacer lo que quieren, sus vidas no serán provechosas.

Las cuerdas flojas no producen música, pero cuando se estiran y se afinan, la guitarra es bella. Una explosión de gasolina sólo destruye, pero cuando se detona dentro de una máquina, el carro avanza. Un río libre no hace nada, pero con una represa se puede generar suficiente luz para iluminar a toda una ciudad. Así también, nuestras vidas tienen que ser disciplinadas si vamos a desarrollar nuestro potencial – y esa disciplina empieza en el hogar, con reglas acerca de la tarea, los buenos modales, etc.

Ninguno de nosotros tuvo un padre perfecto, pero podemos tener un padre celestial perfecto. Aprendamos a disfrutar de su compasión, depender de su cuidado, y someternos a su disciplina.

Aprendamos también a seguir su ejemplo como padres. ¿En qué área fallas? ¿Cómo puedes mejorar? En cierta ocasión, un niño, asustado por una tormenta y los fuertes relámpagos, dijo: Papi, ven – estoy asustado. Hijo, dijo el padre, Dios te ama y te cuidará. Sé que Dios me ama, respondió el niño. Pero ahorita me hace falta alguien con piel. El papel de un padre es ser y mostrar cómo es Dios, con piel.

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