El gozo de la pureza


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El gozo de la pureza

Dos estudiantes caminaban por la calle viendo la ropa que se mostraba en las ventanas de las tiendas. Llegaron a una tienda de segunda, y en la ventana vieron un traje con el siguiente anuncio: Ligeramente ensuciado, grandemente rebajado.

¡Qué gran mensaje acerca de la pureza! Cuando perdemos la pureza como creyentes, se rebaja grandemente nuestro valor para el reino de Dios. Cuando permitimos que el pecado nos ensucie, nos volvemos mucho más inútiles para el uso de Dios.

¿Deja Dios de amarnos? Desde luego que no. La pureza, sin embargo, es fuente de gran bendición. En realidad, a distinción de lo que el mundo nos dice, la pureza es un gozo. Vivir en pureza no una pérdida de esfuerzo, de tiempo o de oportunidades. Es la mejor forma de vivir.

En esta mañana quiero retomar el hilo de algo que mencioné la semana pasada, pero que no desarrollé con la atención que el tema se merece. En medio de un mundo que cada día más se hunde en la depravación y la suciedad veremos por qué vale la pena esforzarse por mantener la pureza de nuestra vida, nuestra mente y nuestro corazón.

Vamos a empezar con una razón netamente práctica:

La pureza nos protege de mucho sufrimiento

Lectura: Proverbios 2:10-19

2:10 Cuando la sabiduría entrare en tu corazón,  Y la ciencia fuere grata a tu alma,
2:11 La discreción te guardará;  Te preservará la inteligencia,
2:12 Para librarte del mal camino,  De los hombres que hablan perversidades,
2:13 Que dejan los caminos derechos,  Para andar por sendas tenebrosas;
2:14 Que se alegran haciendo el mal,  Que se huelgan en las perversidades del vicio;
2:15 Cuyas veredas son torcidas,  Y torcidos sus caminos.
2:16 Serás librado de la mujer extraña, De la ajena que halaga con sus palabras,
2:17 La cual abandona al compañero de su juventud,  Y se olvida del pacto de su Dios.
2:18 Por lo cual su casa está inclinada a la muerte,  Y sus veredas hacia los muertos;
2:19 Todos los que a ella se lleguen, no volverán,  Ni seguirán otra vez los senderos de la vida.

La sabiduría que aquí se menciona no es la viveza de este mundo que con ingenio se trama planes para salirse con la suya. Esta es la sabiduría divina, la sabiduría celestial que nos enseña a vivir en pureza y santidad. Esta sabiduría nos traza un camino de integridad y de fidelidad.

Si entendemos lo que realmente nos conviene, viviremos apartados del pecado de este mundo. La pureza a la que Dios nos llama envuelve controlar lo que metemos a nuestra mente, tener cuidado con la clase de compañía que escogemos y rechazar la impureza de este mundo.

Si hacemos esto, estaremos protegidos contra muchos sinsabores. Aquí encontramos dos ejemplos específicos. En primer lugar, estamos protegidos contra los peligros que vienen de la mala compañía. El joven fácilmente se siente atraído a los malos compañeros. Parece que se divierten mucho.

El adulto no es inmune a esta atracción. Aquella banda de tomadores, esos hombres que se pasan el tiempo en las cantinas, acompañados de diversas mujeres – parece que realmente se están divirtiendo. Sin embargo, la diversión sólo dura un momento.

El costo viene después. Esas personas que se apartan del camino recto, que festejan la perversidad – como dice nuestro pasaje – no nos llevarán a nada bueno. Nos llevarán a problemas solamente; y cuando nos encontremos en apuros, lo más probable es que nos abandonen.

Son incontables las tristes historias de personas que, por sus malas amistades, se han perdido en el vicio, en el crimen, en la flojera. La pureza nos protege de estas cosas. Nos protege de perdernos entre los caminos torcidos de la maldad.

También nos protege de la desdicha de las relaciones amorosas que no van de acuerdo con el plan de Dios. Aquí se menciona a la mujer ajena, la mujer adúltera. Las aventuras sexuales prometen placer sin responsabilidad, pero resultan en corazones quebrantados y familias destruidas.

Dios nos prohíbe la fornicación y el adulterio, no porque nos quiere quitar el placer, sino porque El sabe que no nos convienen. Esa casa de placeres, como dice el pasaje, tiene una puerta escondida que lleva directamente a la muerte y la destrucción.

Esta verdad se aplica tanto a los hombres como a las mujeres. Damas, si algún hombre les trata de convencer de que realmente las ama, pero está casado con otra, o simplemente no se quiere comprometer mediante el matrimonio, no lo crean. Si está dispuesto a traicionar a otra, ¿por qué piensan que les será fiel? No se engañen.

El camino divino de la pureza nos protege de mucho sufrimiento. Nos conviene seguirlo para nuestro propio bien. La pureza es una pared de protección. Nos librará de mucho sufrimiento. Además de esto,

La pureza nos permite recibir grandes bendiciones

Lectura: 2 Samuel 22:20-27

22:20 Y me sacó a lugar espacioso;  Mi libró, porque se agradó de mí.
22:21 Jehová me ha premiado conforme a mi justicia;  Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado.
22:22 Porque yo he guardado los caminos de Jehová,  Y no me aparté impíamente de mi Dios.
22:23 Pues todos sus decretos estuvieron delante de mí,  Y no me he apartado de sus estatutos.
22:24 Fui recto para con él,  Y me he guardado de mi maldad;
22:25 Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia;  Conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista.
22:26 Con el misericordioso te mostrarás misericordioso,  Y recto para con el hombre íntegro.
22:27 Limpio te mostrarás para con el limpio,  Y rígido serás para con el perverso.

Estas palabras, que también aparecen en el Salmo 18, son la reflexión del rey David sobre las bendiciones que él había recibido del Señor. Dios lo libró de muchos enemigos; le dio un gran territorio y muchas riquezas. En lugar de hallarse aprisionado por sus circunstancias, testifica David, “Me sacó a un amplio espacio”.

Estas bendiciones han venido de la mano del Señor. El las da, sin embargo, en recompensa por la pureza de David. Fíjense en las veces que lo repite: Me ha premiado conforme a la limpieza de mis manos, no he cometido mal alguno, me he abstenido de pecar, conforme a mi limpieza…

Es importante notar un par de cosas. En primer lugar, David no dice que Dios lo aceptó en base a su pureza, sino que le premió. Sabemos que la única base de nuestra aceptación ante Dios es la fe. Dios no nos acepta como sus hijos porque seamos buenos; nadie es suficientemente bueno para ser aceptable ante Dios.

David, como todos nosotros, fue aceptado ante Dios por su fe. La pureza de su vida, en cambio, fue lo que le permitió a Dios usarlo grandemente y derramar sus bendiciones sobre él.

¿Se dan cuenta de la diferencia? Somos adoptados como hijos de Dios en base a la fe en Cristo Jesús, y ninguna otra cosa. Siendo hijos de El, sin embargo, el grado de responsabilidad que El nos puede entregar y lo útiles que le podemos ser dependen de nuestra pureza e integridad.

Pablo lo dice de otra forma; escribiendo al joven pastor Timoteo, le dice: “En una casa grande no sólo hay vasos de oro y de plata sino también de madera y de barro, unos para los usos más nobles y otros para los usos más bajos. Si alguien se mantiene limpio, llegará a ser un vaso noble, santificado, útil para el Señor y preparado para toda obra buena” (2 Timoteo 2:20-21).

El uso que Dios puede hacer de nosotros depende de nuestra separación del mundo, del nivel hasta el cual nos hemos apartado del pecado. Esta verdad la ilustra la historia de un granjero que se fue al mercado con un barril de nata y uno de mermelada de manzana.

Estando en el mercado, se dio cuenta de que sólo había traído un cucharón para sacar lo que vendía. Decidió entonces usar el mismo cucharón para la nata y la mermelada. Después de hacer algunas ventas, ya no se veía la diferencia entre la nata y la mermelada. Se habían contaminado.

De igual forma, si estamos contaminados con las ideas y las actitudes de este mundo, con su egocentrismo, su perversión y su degradación, no podremos servir también para alcanzar al mundo hambriento esa comida espiritual que sólo nuestro Dios puede dar.

Volviendo ahora por un momento a las palabras de David, consideremos otro punto. Todos sabemos que la vida de David no fue perfecta. El tuvo fallas. Por una parte, como vimos en otra ocasión, él no fue muy buen padre. Por otra parte, cometió un pecado muy grande con Betsabé, y luego ordenó la muerte de su esposo para ocultarlo.

Esto nos indica que podemos ser puros y útiles para Dios aunque hayamos fallado. Podemos ser purificados por medio del arrepentimiento y la fe. Si una cuchara de plata se cae al suelo, no la tiramos; más bien, la lavamos. De igual forma, si hemos caído, podemos seguir el ejemplo de David y arrepentirnos para serle útiles a Dios.

Hemos visto que la pureza nos protege de mucho sufrimiento, y que la pureza nos permite recibir grandes bendiciones. Veremos ahora que, sobre todo,

La pureza nos prepara para experimentar la presencia de Dios

Lectura: Salmo 101

101:1 Misericordia y juicio cantaré; A ti cantaré yo, oh Jehová.
101:2 Entenderé el camino de la perfección Cuando vengas a mí. En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.
101:3 No pondré delante de mis ojos cosa injusta. Aborrezco la obra de los que se desvían; Ninguno de ellos se acercará a mí.
101:4 Corazón perverso se apartará de mí; No conoceré al malvado.
101:5 Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré; No sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso.
101:6 Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá.
101:7 No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; El que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos.
101:8 De mañana destruiré a todos los impíos de la tierra, Para exterminar de la ciudad de Jehová a todos los que hagan iniquidad.

Descubrimos la semana pasada que el anhelo sobresaliente del corazón del rey David fue estar en la presencia de Dios. Aquí se repite este pensamiento. Expresa el verso 2 su gran deseo: “¿Cuándo me visitarás?”

En seguida describe David lo que haría como rey para poder disfrutar de la presencia de Dios. Algunas de las cosas que él menciona pertenecían propiamente a su papel como rey. Cuando él habla de castigar a los impíos y malhechores, es obvio que esto corresponde al rey como gobernante, no a nosotros.

Otras de las cosas mencionadas, sin embargo, nos sirven como estímulo. Alejar de nosotros las intenciones perversas, poner nuestra atención en los fieles y no ponernos como meta las cosas perversas nos demuestran cómo nosotros también podemos conocer la presencia de Dios.

Como vimos la semana pasada, nuestro Señor Jesús repite esta idea en Mateo 5:8, en el pasaje que conocemos como las Bienaventuranzas: “Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios”. Esta gran bendición de poder experimentar la presencia de Dios, hoy y en el cielo, pertenece a los que se purifican de las perversiones mundanas.

También nos lo dice Juan: “Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:2-3).

Si tenemos la esperanza de ver a Dios, de ver a Cristo en toda su gloria, entonces nos purificaremos, así como El es puro. No tomaremos la gracia de Dios como pretexto para vivir en pecado; más bien, nos prepararemos para verlo en su gloria y pureza.

Una noche, un árbol inmenso se cayó en medio de la tempestad. Al examinarlo, las personas se dieron cuenta de que el corazón del árbol estaba vacío. Los insectos lo habían consumido.

Con la ayuda del Espíritu Santo, mantengamos nuestra pureza para no quedarnos debilitados por el pecado y la tentación, sino más bien poder ser protegidos del sufrimiento, recibir grandes bendiciones y experimentar la presencia de Dios.

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