En el mundo de la iglesia, nos encontramos con todo tipo de personas. Algunas son amables, compasivas y buscan el bienestar de los demás. Sin embargo, también existen aquellos que utilizan su posición de liderazgo para ejercer autoridad de manera abusiva. Un ejemplo de esto es Diótrefes, un personaje mencionado en la tercera carta de 3 Juan 1:9 en la Biblia.
Diótrefes es presentado como un líder en la iglesia local, pero su comportamiento es cuestionable. Juan lo describe como alguien que ama tener el primer lugar entre ellos, lo cual implica una actitud de superioridad y control. Este tipo de liderazgo autoritario no es lo que Dios desea para su iglesia.
El caso de Diótrefes nos enseña varias lecciones importantes. En primer lugar, nos muestra la importancia de elegir líderes sabiamente. No todos los que buscan posiciones de liderazgo tienen las mejores intenciones. Es fundamental evaluar el carácter y las acciones de aquellos que desean liderar en la iglesia.
Además, el ejemplo de Diótrefes nos recuerda la necesidad de someternos a la autoridad de Dios. En lugar de buscar poder y control, los líderes deben buscar la guía del Espíritu Santo y obedecer los principios bíblicos. La verdadera autoridad no se basa en el cargo o la posición, sino en la relación con Dios y en servir a los demás.
El liderazgo de Diótrefes también nos muestra cómo el abuso de poder puede dañar a la iglesia y a sus miembros. La autoridad debe ser ejercida con humildad, amor y respeto. Cuando un líder utiliza su posición para su propio beneficio y perjudica a otros, se crea un ambiente tóxico y divisivo.
Como miembros de la iglesia, debemos estar atentos a los líderes que exhiben comportamientos autoritarios y abusivos. No debemos tolerar ni apoyar este tipo de liderazgo. En cambio, debemos alentar y respaldar a aquellos líderes que se guían por los principios bíblicos y buscan el bienestar de la iglesia y sus miembros.
En resumen, el caso de Diótrefes nos sirve como una advertencia sobre los peligros del liderazgo autoritario en la iglesia. Debemos estar alertas y ser selectivos al elegir a nuestros líderes. Además, como miembros de la iglesia, debemos promover un liderazgo basado en la humildad, el amor y el respeto. Solo así podremos construir una iglesia fuerte y saludable, donde todos puedan crecer y desarrollarse en su fe.