¿Dónde te escondes?
Un día, un vendedor llamó a cierta casa, y una pequeña voz contestó el teléfono: -¿Bueno? – ¡Hola!, dijo el vendedor, ¿Cómo te llamas? Susurrando, la voz respondió: Jaimito. – ¿Cuántos años tienes, Jaimito? -Tengo cuatro, dijo la voz. – Muy bien, ¿se encuentra tu mamá? – Sí, pero está ocupada. – Bueno, ¿está tu papá? – Sí, pero él también está ocupado. -¿Quién más se encuentra en la casa? -La policía. -¿La policía? ¿Podría hablar con uno de ellos? -Están ocupados. -¿Hay algún otro adulto en la casa? -Sí, están los bomberos. -¿Puedo hablar con un bombero, por favor? -Todos están ocupados. -Jaimito, tanta gente está en tu casa, ¿y no puedo hablar con ninguno de ellos? ¿Qué están haciendo? Susurró Jaimito: -Me están buscando.
Jaimito estaba escondido. Y quizás todos podemos recordar esos momentos de la niñez en los que nos gustaba escondernos. Recuerdo que, en cierta ocasión, nos mudamos a una casa que tenía un espacio de más o menos un metro cuadrado libre en el clóset. Ese espacio se convirtió en mi escondite. Cuando quería estar solo, sin que nadie me encontrara, y retirarme del mundo, ahí me metía.
Todos crecemos y ya no cabemos en esos escondites de la niñez, pero eso no significa que no buscamos donde escondernos. Cuando la vida se vuelve dura, difícil o desabrida, buscamos algo que nos pueda refugiar emocionalmente.
Lo triste del asunto es que generalmente buscamos refugios que no son seguros. Aun el creyente fácilmente puede caer en la trampa de buscar solaz en lugares falsos. La solución a este problema se halla cuando buscamos el único lugar seguro donde nos podemos refugiar.
Lectura: Salmo 91:1-2
91:1 El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.
91:2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.
Nosotros podemos escoger dónde nos vamos a refugiar. Cuando se presentan las dificultades, cuando nos sentimos cansados o simplemente en la desilusión del diario vivir, podemos buscar refugios falsos, o podemos buscar al único refugio verdadero.
Muchas veces, el refugio que buscamos no es el verdadero. En los días bíblicos, los refugios falsos solían ser los ídolos. Cuando se sentían frustrados, desilusionados o necesitados, los hombres acudían al templo de su ídolo favorito y se sentían mejor.
Hoy en día, los ídolos no han dejado de tener su atractivo. Simplemente han cambiado de identidad. Quizás los ídolos ya no se adoren en templos esplendorosos, con su complemento de sacerdotes y sacerdotisas. Un ídolo, en realidad, es cualquier cosa en la cual buscamos lo que sólo Dios puede darnos.
Algunos de los refugios que idolatramos, por ejemplo, pueden ser la comida, las compras, el deporte o el trabajo. La adoración a los ídolos, la búsqueda por el falso refugio, más o menos se ve así:
Primero, sentimos una necesidad. Puede ser que nos fue mal el día en el trabajo, que alguien nos rechazó, que el dinero no alcanza o que nos sentimos insatisfechos. De todos modos, existe un vacío emocional en nuestro corazón que se tiene que llenar con algo.
Segundo, entonces, empezamos a pensar en la cosa que nos puede hacer sentir mejor. Para algunas personas, esa cosa es la bebida. Empiezan a pensar en lo bueno que se sentirían si tan sólo tuvieran una fría en la mano. Para otros, es la comida. Como se dice, barriga llena, corazón contento; y ellos empiezan a pensar que serán contentos si tan sólo se pueden acercar a un buen plato de comida o a una barra gigantesca de chocolate.
Algunas otras personas tienen como refugio la sexualidad. Empiezan a pensar en el alivio que sentirán al ver pornografía, o llamar a ese número, o hablar con esa persona. Lo que tenemos que entender es que algunas de estas cosas son malas en sí y otras no, pero todas son malas cuando llegan a ocupar un lugar incorrecto en nuestras vidas.
Después de la fantasía, entonces, viene la indulgencia. Nos comemos el chocolate, miramos pornografía, o nos tomamos las cervezas. Por un momento, nos sentimos aliviados. Los sentimientos desagradables se ahogan por un momento. Desgraciadamente, el alivio no dura. Casi de inmediato, se siente la culpabilidad y el pesar. En ese momento, decidimos que ya no lo vamos a volver a hacer. A pesar de nuestras intenciones, sin embargo, llega el momento de la necesidad otra vez, y se repite el ciclo.
Tenemos que aprender a romper ese ciclo y dejar atrás los falsos refugios. No importa si tu falso refugio es algo pecaminoso como el alcohol, la pornografía o las drogas, o si es algo que no es malo en sí, pero que ha llegado a tener un lugar inapropiado en tu vida.
Si vamos a encontrar el verdadero refugio, tenemos que darnos cuenta de que
Los falsos refugios sólo traen desilusión
Bajo otra imagen, el profeta Jeremías nos da a entender esto en Jeremías 2:13: Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.
Todos nosotros necesitamos agua para vivir. Cuando uno tiene sed, un vaso de agua fría es la cosa más deliciosa que existe en el mundo. El pueblo de Dios, sin embargo, había dejado atrás su devoción a él, y buscaba en otros lugares para encontrar la satisfacción y el sostén. Iban tras dioses falsos, y también hacían alianzas políticas con naciones que no conocían nada del Dios verdadero. Ellos habían dejado atrás la única fuente de agua viva y estaban buscando satisfacer su sed bebiendo de cisternas rotas.
En mi ciudad natal, debido a la frecuente escasez de agua, era común instalar cisternas en las azoteas o los jardines de las casas. De esta manera, cuando fallaba el sistema municipal de agua potable, había suficiente para sostener al hogar por algunos días.
Obviamente, si la cisterna tenía una ranura o un agujero, quedaba inservible. Toda el agua se escurría, y cuando el hogar buscaba abastecerse en su momento de necesidad, no salía ni una gota del caño.
Así son las falsas fuentes de seguridad y de satisfacción. Traen sólo desilusión. En vez de traer una satisfacción duradera y real, nos dejan con las manos vacías, con sueños quebrantados y vidas destruidas.
Yo no sé cuál es tu refugio favorito. Sé cuáles son los míos. Uno de los falsos refugios que muchas veces me atrae es el de la compra. Con el mundo moderno del Internet la codicia ha llegado a nuevos niveles de facilidad. Uno sólo tiene que meterse en línea para empezar a ver todos los productos que le prometen una vida más divertida, más realizada, y más cómoda.
Es muy fácil caer en la trampa de encargar el último juguete electrónico y esperar el toque a la puerta del mensajero, creyendo que ese juguete va a satisfacerme totalmente. Puede ser que nadie me aprecia, que el dinero no me alcanza y que el carro me está fallando, pero con el último PDA o aparato electrónico, seré feliz. Se oye ridículo, ¿verdad? Pero te aseguro que piensas de igual modo; si tu refugio no es la compra de aparatos eléctricos, puede ser la compra de ropa, el consumo de comida o inclusive la superación en el trabajo.
Esas son cisternas rotas. Nunca bastan. Nunca es suficiente. Nunca nos van a dejar con la verdadera satisfacción. Por eso, tenemos que darnos cuenta también que
El verdadero Refugio es fiel a quienes lo buscan
¿Cuál es ese refugio? Nuestro pasaje, el Salmo 91:1-2, nos lo dice. El salmista nos da el ejemplo: Yo le digo al Señor: Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío.
Sólo cuando empezamos a refugiarnos en Dios en vez de los falsos refugios podremos empezar a entender lo que dice la Biblia en otra parte: Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón (Salmo 37:4).
Mientras estamos buscando saciar nuestra sed en otros lugares, no podremos conocer la satisfacción que sólo el Señor nos puede dar. He aquí la razón que tantas personas se alejan de la iglesia después de un corto tiempo: no han aprendido a buscar a Dios como su refugio.
Llegan a la iglesia y aceptan al Señor pensando que les va a dar bendición en el trabajo, o que les va a sanar de alguna enfermedad, o que tendrán una vida de bendición económica si se acercan a Dios. No me malentiendan; Dios da todas esas cosas, en su momento.
Pero lo que Dios más nos quiere dar, y lo que él más quiere que recibamos, es a él mismo. Él quiere que aprendamos a deleitarnos en él, a refugiarnos en él y dejar atrás todos los falsos refugios que por tanto tiempo nos han llamado la atención.
Quiero hablarte a ti que eres creyente, que has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador, pero que te encuentras buscando refugio en lugares equivocados. No subestimes el atractivo de esos refugios. Si vas a aprender a refugiarte en el Señor y deleitarte en él, necesitas un plan de acción.
Primero, identifica los momentos de tentación y debilidad en tu vida. Es importante reconocer los momentos en que empieza el proceso de atracción. Pueden ser momentos de estrés, de desilusión o de rechazo.
Segundo, en ese momento, ejerce tu voluntad y vuélvete a Dios. Confiésale tus sentimientos, y pídele que te acerque a él y te llene con su gozo.
Tercero, reconoce tu propio dolor. Muchas veces, cargamos cantidades de dolor de nuestro pasado que nunca hemos enfrentado, y que buscamos tranquilizar de cualquier manera. Si vamos a superar ese ciclo, tenemos que enfrentar ese dolor poco a poco. Quizás con la ayuda de algún amigo, pastor o consejero, tenemos que dejar que la luz de Dios brille en esos rincones más oscuros de nuestra vida.
Quiero también decirte algo a ti que aún no aceptas a Cristo. Todas esas cosas en tu vida que crees que te van a dar felicidad y satisfacción son cisternas rotas. Nunca vas a encontrar en ellas la verdadera vida.
Cristo mismo dijo: El que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna. (Juan 4:14) Si tú quieres encontrar ese verdadero refugio en esta mañana, sólo Cristo te la puede dar. No esperes más. Ven a él en fe, y encontrarás lo que tu alma anhela.