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El mejor regalo es la salvación en Cristo


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El mejor regalo es la salvación en Cristo

¿Cuál es el mejor regalo que alguien podría darte? Quizás pensaste de inmediato en algo que deseas – algún artículo que te ha llamado la atención desde hace tiempo. Algunos dicen que el mejor regalo es el dinero, pues con él se consigue lo que uno desea.

Con todo respeto a estas personas, considero que el mejor regalo no es ningún objeto ni ningún dinero, sino que el mejor regalo es cuando uno se da a sí mismo. Poco nos cuesta dar una cosa, pero cuesta mucho entregar nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestro sacrificio para beneficio de otra persona.

En el pasaje que estudiaremos hoy, veremos que Jesucristo nos da el ejemplo máximo de esta gran verdad, pues El se dio a sí mismo por nosotros.

Lectura: Gálatas 1:1-5

1:1 Pablo, apóstol, (no de los hombres ni por hombre, mas por Jesucristo y por Dios el Padre, que lo resucitó de los muertos),
1:2 Y todos los hermanos que están conmigo, á las iglesias de Galacia:
1:3 Gracia sea á vosotros, y paz de Dios el Padre, y de nuestro Señor Jesucristo,
1:4 El cual se dió á sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme á la voluntad de Dios y Padre nuestro;
1:5 Al cual sea la gloria por siglos de siglos. Amén.

La carta de Pablo a los Gálatas contiene algunas de las verdades más esenciales de nuestra fe. Fue escrita a ciertas iglesias de creyentes que Pablo había plantado hacía poco, pero que ya habían sido infiltradas por algunos individuos que enseñaban falsedades.

Estas personas insistían en la necesidad de observar la ley para alcanzar la salvación. Según ellos, Cristo no es suficiente; necesitamos a Cristo y también la ley. Estas personas se han llamado judaizantes, pues pretendían hacer que todos los creyentes se hicieran judíos.

Aunque no existe hoy en día un movimiento grande de judaizantes, no faltan personas que te dirán que Cristo no es suficiente. Huye de estas personas. Te están diciendo mentiras. Cristo es nuestro único y suficiente Salvador.

El es glorioso precisamente porque se dio a sí mismo. Pablo usa tres frases en el verso cuatro que enfocaremos para entender la gloriosa dádiva de Cristo. La primera frase describe la razón de la dádiva de Cristo:

Cristo se dio a sí mismo por nuestros pecados

Antes de pasar ligeramente por encima de esta frase, consideremos por un momento lo que significa. Jesucristo se dio a sí mismo para pagar la pena de nuestros pecados. ¿Qué significa esto acerca de la gravedad de nuestra ofensa hacia Dios?

Imaginemos que un oficial nos detiene por exceso de velocidad, y cuando comparecemos ante el juez, éste nos condena a muerte. Tienes que morir porque fuiste demasiado rápido, nos dice.

Todos estaríamos seguros de que tal juez estuviera loco. La ofensa de ir demasiado rápido no amerita una condena de muerte. Ahora bien, la mayoría de nosotros considera que sus pecados están en la misma categoría que un exceso de velocidad.

Podremos pensar algo así: Bueno, es verdad que he hecho cosas malas, pero hay personas mucho más malas que yo. Creo que Dios no tendrá dificultad en perdonar mis pecados, así de pequeños como son.

La Biblia no apoya este concepto. Más bien, nos dice que tus pecados y los míos son tan serios que fue necesario que Cristo muriera por ellos. Si fue necesario que el Hijo de Dios diera su vida en sacrificio para que pudiéramos alcanzar el perdón, esto significa que nuestro problema es grave.

Es una enfermedad cuya curación es muy costosa. Ni siquiera los mejores doctores, los hospitales más avanzados o los laboratorios más modernos han podido sanarla. La sangre de Cristo es la única medicina que puede curar nuestra enfermedad del pecado.

¿Has llegado a entender eso? ¿Has llegado a reconocer la gravedad de tu propio pecado, para poder darle la espalda y recibir la salvación que Cristo te ofrece? Cristo se dio a sí mismo por nuestros pecados. El pecado es algo serio. Por esto, Dios nos dice que:

Cristo se dio a sí mismo para rescatarnos

Cristo nos rescató mediante su muerte en la cruz por nosotros.

La muerte de cruz es una de las formas de ejecución más dolorosas que ha inventado el hombre. La víctima sufría simultáneamente gran dolor y gran vergüenza. Al estar clavado de manos y pies, su única forma de respirar era jalarse hacia arriba para abrir el pecho y así poder aspirar. Cada respiración, entonces, causaba dolor.

El crucificado se iba asfixiando lentamente. Las multitudes que observaban al crucificado se burlaban de él. Estaba desnudo, expuesto a la mirada de cualquiera que pasara, expuesto a la luz del sol y los insectos. La tortura duraba horas y hasta días.

Todo esto lo sufrió Jesús por ti y por mí. Pero esto no fue lo más doloroso para El. Lo más doloroso fue la separación de su Padre. Cuando El gritó: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? expresaba el abandono que El experimentó por parte de su Padre. Por primera vez en toda la eternidad, Dios el Hijo se encontró rechazado por su Padre.

Imagina por un momento a la persona que más amas en esta tierra. Piensa en el cariño y el apoyo que recibes de esa persona. Ahora imagina que esa persona te diera la espalda y te rechazara por completo. Si te lo puedes imaginar, tienes una pequeña idea de lo que experimentó Jesús en ese momento.

¿Por qué? ¿Por qué me has desamparado, dijo Jesús? La respuesta es que fue por tus pecados y los míos. Jesús fue rechazado por su Padre para que tú y yo pudiéramos ser aceptados. En ese momento, colgado en la cruz, Jesús experimentó el peso del pecado nuestro para que nosotros pudiéramos conocer la aceptación y el amor de Dios.

¿Has aceptado el perdón de Jesús por tus pecados? ¿Te has comprometido completamente con El? El se dio a sí mismo para rescatarnos de este mundo de maldad y muerte en el que vivimos. Vino para que tuviéramos vida, y vida en abundancia.

La verdadera vida no se encuentra en las drogas, el sexo, el dinero, el placer. La verdadera vida se encuentra en Cristo, el que nos mostró el amor verdadero. El vino para sacarnos de este mundo.

Si hemos conocido a Cristo, hermanos, vivamos como discípulos suyos. No sigamos viviendo con un pie en el mundo y el otro en el Reino de Dios. Cristo se dio a sí mismo para rescatarnos de este mundo vil. Si hemos sido rescatados para vivir en la luz, vivamos como hijos de luz, mostrando la verdad de Dios a un mundo de oscuridad.

De esta forma, cumpliremos el tercer propósito de la dádiva de Cristo, pues:

Cristo se dio a sí mismo para la gloria de Dios Padre

Dios nos ha levantado la cortina que separa sus pensamientos divinos de nuestro entendimiento humano y nos ha permitido ver algo de las consideraciones que tienen lugar dentro de la Trinidad.

Aquí vemos que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a este mundo en obediencia a la voluntad de su Padre. Es decir, dentro del Dios que nosotros conocemos como un Dios en tres Personas, el Padre fue el arquitecto del plan de salvación y el Hijo fue quien lo vino a realizar.

Jesucristo hace el sacrificio de sí mismo por el pecado, y el Padre lo acepta para que podamos ser perdonados. Todo esto es para glorificar a Dios, el Padre. Éste precisamente es el punto de confusión para muchas personas. Ellos dicen: ¿Cómo es posible que el Padre y el Hijo sean Dios, pero que el Hijo se someta a la voluntad del Padre?

El problema es que muchos tenemos un concepto equivocado de la autoridad. Pensamos que, si una persona está en una posición superior a otra, la persona de posición superior automáticamente tiene más valor que su inferior. Nuestra pecaminosidad humana se vale de esta oportunidad para que el superior se envanezca, y el inferior se rebele.

Dios nos demuestra que no es así. El Hijo obedece al Padre y se somete a El, sin dejar de tener el mismo valor ni el mismo poder que El. El Hijo, como lo declara Juan, es Dios; y sin embargo, como nos dice Pablo, no consideró el ser Dios como algo a que aferrarse, sino que se rebajó y tomó forma de hombre.

Hay una lección muy importante para nosotros aquí en cuanto a las relaciones de autoridad en las que nos encontramos. El hecho de someternos a otra persona no nos da menos valor que esa persona. Dentro de la familia, dentro de la sociedad y dentro de la Iglesia, Dios ha puesto relaciones de autoridad. En lugar de rebelarnos contra ellas, debemos de seguir el patrón divino de amor y sumisión.

El hecho de que Cristo se ofreció para gloria de Dios Padre tiene otro consiguiente. Significa que toda nuestra vida debe de ser para la gloria de Dios. Esto guía nuestras decisiones: ¿Es para la gloria de Dios?

La salvación se nos ofrece para la mayor gloria de Dios. Dios es exaltado por nosotros cuando recibimos su salvación y vivimos en ella. La salvación no es para glorificarnos a nosotros, sino para que Dios sea glorificado y exaltado en todo lo que somos y todo lo que hacemos.

En los breves momentos que hemos tenido en este día no hemos podido más que rascar la superficie de la gloriosa dádiva de Cristo. Hay muchos tesoros más que podríamos investigar.

Que estas palabras sirvan para dirigirnos hacia Cristo, para hacer de El el centro de nuestras vidas. Si tú nunca has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador, si nunca le has dado el control de tu vida, no esperes más. Toma hoy esa decisión que te transformará.

Si no has estado viviendo como Cristo quiere que vivas, comprométete de nuevo con El para que puedas experimentar su poder y su obrar en tu vida. El se dio a sí mismo por ti; ahora te toca darte a ti mismo por El, ofreciéndole todo lo que eres para su servicio y adoración.

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