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Victoria sobre el enemigo


Victoria sobre el enemigo

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Victoria sobre el enemigo

Una de las historias más conocidas del tiempo griego es la del famoso caballo de Troya.  Los griegos y los troyanos se encontraban en guerra.  La ciudad de Troya era famosa por ser impenetrable; sus grandes muros y otras defensas la hacían, según se creía, imposible de conquistar.

Los griegos, entonces, idearon una estratagema. Construyeron un tremendo caballo de madera y se lo ofrecieron a los troyanos, aparentemente como ofrenda de paz.  Los troyanos aceptaron el regalo inusual, y lo colocaron en la plaza central de la ciudad.

Esa noche, sin embargo, sucedió algo insólito.  Una puerta invisible se abrió en el costado del caballo, y varios soldados griegos que habían estado escondidos adentro salieron.  Silenciosamente se dirigieron a las inmensas puertas de la ciudad; las abrieron, y sus compatriotas, que habían estado esperando afuera, entraron para conquistar la ciudad.

Ésta es quizás la historia más famosa de una invasión secreta en toda la historia humana.  Sin embargo, hubo una invasión aun más increíble, más fascinante y más importante para nuestras vidas actuales.  Hoy, conoceremos acerca de esta invasión – y la libertad que nos ha traído.

Lectura: Lucas 11:14-23

11:14 Y estaba Él lanzando un demonio, el cual era mudo: y aconteció que salido fuera el demonio, el mudo habló y las gentes se maravillaron.
11:15 Mas algunos de ellos decían: En Beelzebub, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
11:16 Y otros, tentando, pedían de Él señal del cielo.
11:17 Mas Él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
11:18 Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo estará en pie su reino? porque decís que en Beelzebub echo yo fuera los demonios.
11:19 Pues si yo echo fuera los demonios en Beelzebub, ¿vuestros hijos en quién los echan fuera? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
11:20 Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, cierto el reino de Dios ha llegado á vosotros.
11:21 Cuando el fuerte armado guarda su atrio, en paz está lo que posee.
11:22 Mas si sobreviniendo otro más fuerte que Él, le venciere, le toma todas sus armas en que confiaba, y reparte sus despojos.
11:23 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.

La ocasión de esta enseñanza de Jesús fue el día en que Jesús estaba expulsando un demonio de un hombre.  ¿Qué son los demonios?  Son ángeles caídos, que se han unido a Satanás, el príncipe de los demonios, en su rebelión contra Dios.

Hay una cantidad limitada de demonios.  No pueden estar en todas partes.  Su influencia, sin embargo, se siente en todas partes del mundo.  En algunas ocasiones, toman control directo de las personas. Generalmente, estas personas han dado entrada el demonio mediante un interés en la brujería, la santería, la astrología o alguna otra arte mágica.

No debemos de pensar que todos los que nos rodean están poseídos por demonios.  En el ministerio de Jesús, hubo una gran cantidad de actividad diabólica, precisamente porque él representaba una amenaza para el enemigo.

En esta ocasión, las personas veían que Jesús expulsaba un demonio, pero algunos de ellos no querían aceptar la autoridad que esto demostraba.  Esto ilustra una realidad muy importante.

Muchas veces, experimentamos el poder de Dios en nuestra vida, pero no queremos aceptar su autoridad sobre nosotros.  Puede ser que Dios sane a un ser querido, o nos dé trabajo o alguna otra muestra de poder.  Si no respondemos a esta muestra de su poder entregándole nuestra vida, quedamos peor. 

En este caso, las personas estaban tratando de deshacerse de la responsabilidad de obedecer a Jesús diciendo que su poder realmente era poder satánico.  Jesús responde con dos argumentos.

En primer lugar, si fuera cierto, entonces Satanás estaría peleando contra sí mismo.  En la guerra, ningún ejército ataca a propósito a su propio pueblo o sus propias instalaciones.  Sería totalmente ilógico.  Jesús señala lo mismo.  Si él estuviera echando fuera demonios por el poder de Satanás, esto indicaría que Satanás estaba peleando contra sí mismo.

En segundo lugar, menciona a los exorcistas judíos.  En el judaísmo también había exorcistas, aunque sus prácticas eran algo diferentes a las de Jesús.  De todas formas, Jesús indica que era imposible decir que él echaba fuera demonios por el poder de Satanás, mientras que los demás lo hacían por el poder de Dios.

Para captar bien este argumento, es necesario entender que Jesús echaba fuera demonios de una forma única.  Los demás usaban encantaciones, palabras mágicas, gritos y otras formas de tratar de sacar demonios; Jesús lo hacía por su propia autoridad.  Era algo único, y señalaba algo muy importante:

Jesús ha invadido el mundo y despojado al enemigo

Fíjense en el ejemplo de los versos 21 y 22.  Si hemos pasado algún tiempo en las ciudades de América Latina, hemos visto las mansiones de los ricos con sus inmensos muros, sus sistemas de seguridad, sus perros feroces y sus guardias.  Debido al crimen, las personas de dinero gastan grandes sumas en la protección.

Para poder entrar a estos lugares, el ladrón tiene que ser más listo – de alguna forma, más poderoso – que el dueño.  Este ejemplo Jesús lo usa para demostrar lo que pasó cuando él llegó al mundo.  El mundo también está bajo el control de un poderoso dueño.  Las posesiones de este dueño son las almas de todo ser humano.

¿Quién es ese enemigo?  Podemos encontrar la respuesta en 2 Corintios 4:4: «En los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.»  ¿Quién es ese dios de este mundo que se menciona?  Es Satanás.  No es ningún dios, en realidad; pero se cree dios, y muchos lo sirven y lo adoran como tal – incluso sin saberlo.

Al rendirse ante la tentación de Satanás, Adán y Eva le dieron poder sobre ellos y sus descendientes.  Ahora, él mantiene a las personas ciegas, alejadas de Dios, creyendo cualquier cantidad de mentiras para que no lleguen a ver la luz que es Jesucristo.

El diablo nos dice que la felicidad está en el dinero, que está en el alcohol, que está en el pecado sexual, que éstas son cosas normales y naturales.  El diablo nos dice que Dios no existe, o que es malo como nosotros, o cualquier cantidad de tonterías.  La Biblia nos dice que es el padre de las mentiras.  Son su especialidad.

Él nos tiene a todos, sin Cristo, encerrados tras esas rejas de mentira y de confusión.  Nos tiene alejados de Dios, sirviendo dioses falsos que son vanos y que carecen de poder.  Solos, somos incapaces de escapar de esta oscuridad.  Nos hace falta que alguien se meta a fuerza a nuestra prisión, y nos libere.

La Biblia nos dice que Jesús es esa persona que ha invadido la casa del enemigo para traernos libertad.  Jesús ha quitado las armas del enemigo para llevarse su botín, para llevarse las almas de toda persona que se acerca a él con fe.  Podemos ser libres de esas cadenas de culpa, de muerte, de condenación y de confusión.

En Juan 12:31-32 encontramos la forma en que Jesús realizó esta victoria:

12:31 Ahora es el juicio de este mundo: ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.
12:32 Y yo, si fuere levantado de la tierra, á todos traeré á mí mismo.

Al permitir que lo crucificaran injustamente, él llevó en su cuerpo la culpa de todos nosotros.  Esa culpa era el poder que tenía Satanás sobre nosotros.  Ahora que ha sido quitada, quedamos en libertad – si la deseamos.

Jesús se metió a la guarida del enemigo, sin temor, para derrotarlo y quitarle sus bienes.  Su grito de victoria se dio en la cruz: Consumado está.  Ahora está recogiendo a todo aquel que quiera irse con él.  Y esto nos lleva a la siguiente realidad:

Tenemos que escoger con quién nos identificaremos

Jesús nos llama, primero, a reconocer que en él está presente el poder de Dios.  Lo notamos en el verso 20.  Los oyentes de Jesús querían rechazar su autoridad al pensar que su autoridad provenía del enemigo. Al mostrarles la falsedad de sus ideas, les llama a aceptar la verdad de que en él está obrando el poder de Dios.

Notarán al pie de la página la nota que indica que aquí se usa la expresión «el dedo de Dios».  Ésta es una referencia a la historia del éxodo, cuando los magos del faraón se encontraron anonadados ante el poder de Moisés, y tuvieron que reconocer que los milagros se estaban haciendo por el dedo de Dios.

Jesús insiste que un evento aun más importante que el éxodo está sucediendo por medio de él.  Había venido con el poder de Dios para liberar al pueblo esclavizado, en un sentido aun más pleno que el del éxodo en tiempos de Moisés.

Ya que en Cristo estaba presente el poder de Dios, sus oyentes tenían que tomar una decisión de reconocer o de rechazar su autoridad sobre ellos.  De igual manera, nosotros sin Cristo estamos bajo el poder del maligno.

Volvamos a 2 Corintios 4:4.  Sin Cristo, vivimos ciegos, cautivos del enemigo y de nuestras propias pasiones.  Cuando Cristo entra en nuestra vida, en cambio, él trae libertad.  Él ya invadió esta tierra, ganando la victoria sobre el enemigo con su sacrificio en la cruz.

Ahora, él quiere entrar en tu vida, para hacer real esa victoria y esa libertad en tu vida.  He aquí la clave: tú tienes que invitarle a entrar.  A distinción de los soldados griegos en la batalla de Troya, él no entrará secretamente o sin invitación.  Al contrario: la puerta de tu corazón sólo se abre por dentro.

Por eso, Jesús dice en Lucas 11:23, Él que no está de mi parte, está contra mí; y el que conmigo no recoge, esparce.  Tenemos que tomar una decisión.  O estamos con Cristo, o estamos en su contra; no hay ningún terreno neutro en esta guerra.

Si queremos vivir la vida según nos parezca, si tomamos la actitud de que a nosotros nadie nos va a mandar, estamos del lado del enemigo. Ésta es su actitud: la actitud de soberbia y de independencia.  Cualquiera que adopte la misma actitud demuestra que está de su lado.

Si queremos escapar de la casa fuerte del enemigo, en cambio, Cristo nos abre la puerta.  Él ya venció al hombre fuerte; está atado, y somos libres para salir de la prisión, si lo queremos hacer.  La decisión ahora es nuestra.

Encontramos este mismo concepto en Juan 3:16-18:

3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
3:17 Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por Él.
3:18 El que en Él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

La batalla está terminada.  Ya no queda más por determinar, menos el lado en el que nos encontraremos.  Es algo insólito: en las guerras mundanas, no se sabe quién será el ganador hasta el final.  En la guerra espiritual, sin embargo, ya sabemos quién ganará.  Eso no está en juego.  Lo que está en juego es nuestra parte en la victoria o la derrota.

¿Qué decisión has tomado tú?  ¿De qué lado estás?  Si quieres unirte al lado ganador, sólo tienes que entregarle tu vida a Jesús, confiando en la obra que él realizó en la cruz.  Serás libre del poder de Satanás, y podrás vivir con propósito y con esperanza.

¿Estás viviendo en esa libertad que Cristo vino a traerte? ¿Experimentas la victoria sobre el pecado, sobre la desesperación, sobre el poder del enemigo?  Por fe en Cristo, la puedes experimentar.  Acércate a él por fe, y permite que su poder te llene y te libere.

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