¿Hacia dónde vas?
Hay un palacio de justicia en el estado de Ohio que es único. Su apariencia no es extraordinaria; lo inusual de este edificio está en su posición. Resulta ser que las gotas de lluvia que caen sobre un lado del techo se escurren por los canalones, caen en un riachuelo y – por fin – llegan al Lago de Ontario y el Golfo de San Lorenzo, entre Canadá y los Estados Unidos.
Las gotas de lluvia que caen sobre el otro lado del techo, en cambio, tienen un destino totalmente diferente. Tras escurrirse por los canalones, llegan al Río Mississippi donde emprenden un viaje de más de dos mil kilómetros hasta desembocar en el Golfo de México.
En la punta del techo del edificio en Ohio, una leve ráfaga de viento podría determinar si una gota de lluvia llegara hasta el Golfo de San Lorenzo, o si terminara en el Golfo de México – a miles de kilómetros de distancia. Una variación de un centímetro hace la diferencia.
¡Parece increíble que una diferencia tan pequeña pudiera jugar un papel tan grande en el destino y el camino de una gota de agua! Sin embargo, hay una decisión que juega un papel igualmente crucial en el destino de cada uno de nosotros.
En medio de todas las decisiones que tomamos en la vida – la decisión de estudiar o dejar la escuela, la decisión del lugar donde viviremos, la elección de nuestra pareja – en medio de todas estas decisiones que influyen sobre nuestra vida, hay una decisión que es absolutamente crítica.
De hecho, es tan crucial que Dios cataloga a cada ser humano en base a esta sola decisión. Hoy veremos en la visión de Juan cómo se desenlaza esta realidad.
Lectura: Apocalipsis 14:1-5
14:1 Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.
14:2 Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas.
14:3 Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra.
14:4 Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero;
14:5 y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.
La visión que encontramos en este capítulo contiene tres escenas, y cada una de ellas nos enseña algo acerca del destino que podemos tener. Aquí está tu primera opción:
Puedes tener un destino de triunfo si sigues al Cordero
Tú puedes ser parte de esa multitud que Juan vio en visión. Hay quienes te dirán que ya no puedes entrar en ese número, que los 144.000 ya están sellados y que ya no hay cabida para ti. Estas personas están equivocadas. El número 144.000, como hemos mencionado con anterioridad, es un número simbólico. El número no describe la cantidad de los que acompañarán al Cordero en su victoria, sino su calidad.
Describe su calidad porque declara que representan el cumplimiento del propósito de Dios al escoger un pueblo para sí mismo, un pueblo que consiste en el Antiguo Testamento de las doce tribus de Israel, y en el Nuevo Testamento es representado por los doce apóstoles. Multiplicando estos dos números y luego multiplicando por mil para representar la inmensidad, conseguimos 144.000.
Estas personas – entre las cuales nos podríamos encontrar tú y yo – le pertenecen a Dios. Su nombre – el nombre del Cordero y de su Padre – está escrito sobre sus frentes. Algunas personas tienen la costumbre de escribir su nombre en la primera página de sus libros. De esta forma, si alguien los pide prestados, no se extraviarán – porque traen la identificación del dueño.
Los que le pertenecen a Dios tienen la marca del dueño que los identifica, y de ninguna forma serán extraviados. Es una marca espiritual, pues somos sellados con el Espíritu Santo en el momento de creer en Cristo. Marca a los que, según el verso 4, siguen al Cordero.
Cuando Jesús anduvo sobre la tierra, llamó a ciertos hombres con la palabra: “Sígueme”. Aunque ahora está en el cielo, sigue llamándonos a seguirle. Quienes oyen su voz y responden caminan detrás de El, viviendo como El vivió. Así triunfan con El. Si caminamos con Cristo ahora, estaremos con El también después.
En la profecía, el monte Sión es el lugar de liberación y rescate. Esto se ve, por ejemplo, en Joel 2:32: “Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado”. Esto no significa que debamos de mudarnos todos a Sión, a Jerusalén; en la visión, Dios nos indica que estaremos a salvo si estamos con Cristo cuando viene a juzgar la tierra.
Si seguimos a Cristo, viviremos en pureza y dedicación al Señor. Una de las formas en las que el mundo destruye la pureza es mediante el pecado sexual. La sexualidad pervertida incluso forma parte de muchas falsas religiones. Quienes siguen a Cristo, en cambio, se mantienen separados de la impureza de este mundo.
Esto no significa que, si tú has fallado en el ámbito sexual, no puedas entrar al cielo. Significa que te hace falta abandonar tu pecado, arrepentirte y recibir la purificación por medio de la fe en Jesucristo. Así recibes una nueva oportunidad para caminar en pureza.
La vida con Cristo es también una vida de honestidad. En medio de un mundo de mentiras, los que estamos con Cristo somos llamados a hablar con la verdad. El engaño es algo que no concuerda con la nueva vida que Cristo da a los suyos.
Quizás lo mejor es que podremos adorar a Dios para siempre. ¿Has tenido alguna vez la experiencia de estar en adoración, y sentirte transportado hasta la presencia de Dios? Aquí en la tierra esas experiencias duran sólo algunos momentos, pero en la eternidad serán constantes.
Para conocer esa canción de adoración, es necesario ser parte del número de los redimidos. Sólo ellos pueden aprender esa canción, que tiene su origen frente al trono de Dios. Es una canción nueva, una canción que celebra la obra redentora de Dios.
Algunos de nosotros no sabemos cantar muy bien. Cantamos desentonados o sin buen ritmo. Mi padre fue una de esas personas – le encantaba cantar, pero nunca podía encontrar la nota precisa. Estoy seguro, sin embargo, que él hoy está cantando esa canción – y la está cantando perfectamente entonado.
¿Te has preparado para cantar esa canción? ¿Estás siguiendo a Cristo? ¿Estás viviendo en pureza? En la escena que sigue, verás lo que te espera si no te has preparado.
Lectura: Apocalipsis 14:6-13
14:6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
14:7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
14:8 Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
14:9 Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,
14:10 él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero;
14:11 y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
14:12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
14:13 Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.
Los tres ángeles anuncian el juicio de la tierra, pero aun frente al juicio, hay un mensaje de salvación; antes de anunciar la llegada del juicio, el primer ángel proclama el evangelio de salvación. Aun cuando su perfecta justicia lo lleva a juzgar, Dios siempre busca salvar a todo el que pueda. Sin embargo, hay algo que debes saber:
Puedes estar seguro de enfrentar el juicio de Dios si no aceptas su oferta de salvación
Dios no se deleita en la condena de ningún ser humano; sin embargo, al darnos libre voluntad, El también nos ha dado la opción de excluirnos de su oferta de salvación. No puedes refugiarte en el amor de Dios si no le has permitido salvarte. Si tú le das la espalda, El no te salvará por obligación; tienes que venir a El con arrepentimiento y fe.
Aquí puedes ver en relieve las dos opciones que tienes. Jesús nos dijo que hay dos caminos en la vida, el camino ancho y el camino angosto; aquí puedes ver a dónde llevan estos dos caminos. El camino angosto lleva al triunfo con Cristo; el camino ancho te lleva al mismo destino que todos los que pertenecen al mundo.
La gran Babilonia representa el sistema mundano – el sistema político y cultural – que se opone a la voluntad de Dios. Si tú no has entrado al reino de Dios, estás viviendo bajo el poder de otro reino. Recuerda, sólo hay dos caminos.
De igual forma, tienes que tomar una decisión: ¿de quién recibirás la marca? Tarde o temprano tendrás que escoger: ¿recibirás el sello de Dios, o el sello de la bestia? Jesús no habló de tres caminos; habló de dos. Tienes que elegir el uno o el otro.
Si tú eliges el camino opuesto a la voluntad de Dios, tú mismo te colocas bajo el ardor de su ira. Llega un momento en que te vuelves incapaz de recibir la salvación de Dios. Si la rechazas suficientes veces, tu corazón se vuelve tan duro que ya no puedes responder.
Es por este motivo que el humo del castigo de los que rechazan a Dios sube por siempre. Después del juicio, ya no hay cambio de destino. Te encontrarás bajo castigo eterno, o habrás elegido a Cristo. No hay otra opción.
Dios no quiere que te pierdas en la destrucción. El quiere que seas salvo. Sin embargo, si no aceptas su oferta de salvación, le dejas sin opción. Tienes que reconocer que
Cada persona se está preparando para un destino o el otro
Lectura: Apocalipsis 14:14-20
14:14 Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.
14:15 Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.
14:16 Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada.
14:17 Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda.
14:18 Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras.
14:19 Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.
14:20 Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios.
La Biblia nos habla de dos siegas. Cuando Cristo anduvo en la tierra, dijo a sus discípulos: “La mies es mucha, pero los obreros, pocos” (Mateo 9:37). Se refería a una cosecha de almas que serían para el reino de Dios. Esta es la primera siega.
Aquí se nos habla de una segunda siega. Quienes no responden a la invitación dada por Cristo y por sus portavoces como parte de la primera siega serán cosechados en la segunda. Los resultados de las dos siegas, sin embargo, son muy distintos.
La primera siega – la que se está realizando ahora – es una siega para salvación, una siega de las almas que pertenecerán al reino de Dios. La segunda siega será una siega de destrucción, una siega en la que el furor de Dios contra el pecado será expresado totalmente. Dos caminos completamente diferentes.
Las personas serán exprimidas como uvas en un lagar, y la sangre correrá a gran profundidad. Yo no quisiera que ninguno de ustedes sufriera este castigo. Dios no lo desea tampoco. El tanto quiso evitarlo que envió a su único Hijo, Cristo Jesús, para que tú pudieras recibir el perdón y la salvación.
La justicia de Dios demanda un castigo por el pecado. Toda la ira de Dios contra tus pecados y los míos fue derramada sobre Jesucristo cuando El colgaba en la cruz. Pero si tú no quieres aceptar por fe el beneficio de lo que Cristo murió para ganarte, tendrá que caer sobre ti – en el momento indicado – toda la ira de Dios.
Hay muchas decisiones en esta vida – pero sólo dos destinos para cada alma. Puedes tener un destino glorioso, un destino de victoria – o podrás ser destinado a la destrucción. Tu destino depende de la decisión y el camino que tomas respecto a Cristo Jesús.
Reconoce hoy ante El tu pecado. Dale la espalda a este mundo, y comprométete con Cristo. Recíbele como Señor y Salvador, y podrás estar con El en victoria sobre Sión.