Jesus es la luz que te alumbra
En los días antes de que la luz eléctrica fuera tan común como lo es hoy en día, un granjero regañó a uno de sus empleados porque éste siempre se llevaba un farol cuando iba a visitar a su novia. El granjero se quejaba de que se le dejara sin luz por una razón tan ridícula.
Le dijo al trabajador: Cuando yo andaba de novio, yo nunca me llevaba un farol. Simplemente me iba en la oscuridad. Le respondió el trabajador: Sí, pero ¡fíjese con lo que se quedó! ¡Mejor hubiese llevado linterna!
Existe un cierto peligro al estar en la oscuridad – y no sólo se trata del peligro de quedarse con una esposa que no es la más pulcra. En la oscuridad yacen peligros de muchas clases. En la oscuridad hay ladrones, hay pozos destapados, hay animales feroces. La oscuridad siempre ha sido un lugar peligroso.
Para no caer en problemas en la oscuridad, hemos creado una gran infraestructura de luces eléctricas en nuestras calles. Hemos instalado faros en todos los automóviles. Cargamos linternas eléctricas en la guantera, y – para las emergencias – tenemos velas en alguna gaveta de la cocina.
Hemos hecho grandes esfuerzos para no quedarnos en la oscuridad – la oscuridad física; pero, ¿qué de la oscuridad espiritual? ¿hasta dónde nos estamos esforzando para encontrar la fuente de luz que puede alumbrar las tinieblas de nuestra existencia humana?
Hoy en día hay muchos que nos llamarán, según sus propias palabras, a buscar nuestra propia luz interna. Nos dirán que debemos de seguir los impulsos de nuestra propia naturaleza, que nuestra luz interior nos guiará.
Esto suena muy bien; ¿será verdad? Es una idea muy atractiva el poder olvidarnos de la Biblia, del estudio, del esfuerzo por buscar la verdad, y simplemente dejarnos llevar por la luz que, supuestamente, tenemos todos dentro. ¿Podremos vivir, realmente vivir, de esta forma? Veamos lo que nos dice Jesús.
Lectura: Lucas 11:29-36
11:29 Y juntándose las gentes á Él, comenzó á decir: Esta generación mala es: señal busca, mas señal no le será dada, sino la señal de Jonás.
11:30 Porque como Jonás fué señal á los Ninivitas, así también será el Hijo del hombre á esta generación.
11:31 La reina del Austro se levantará en juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque vino de los fines de la tierra á oir la sabiduría de Salomón; y he aquí más que Salomón en este lugar.
11:32 Los hombres de Nínive se levantarán en juicio con esta generación, y la condenarán; porque á la predicación de Jonás se arrepintieron; y he aquí más que Jonás en este lugar.
11:33 Nadie pone en oculto la antorcha encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.
11:34 La antorcha del cuerpo es el ojo: pues si tu ojo fuere simple, también todo tu cuerpo será resplandeciente; mas si fuere malo, también tu cuerpo será tenebroso.
11:35 Mira pues, si la lumbre que en ti hay, es tinieblas.
11:36 Así que, siendo todo tu cuerpo resplandeciente, no teniendo alguna parte de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una antorcha de resplandor te alumbra.
Parece que los contemporáneos de Jesús tenían mucho en común con las personas de hoy. Su lema era: ver es creer, y le exigían a Jesús una y otra vez que realizara más milagros, para que pudieran creer. Parece que las señales que El realizaba no eran suficientes para ellos.
Jesús enseñó en varias ocasiones que una fe que se basa en las señales milagrosas no durará. El ejemplo más claro de esto se ve en la parábola de Lázaro y el hombre rico. Luego de morir el mendigo Lázaro y el rico ante cuyo portal se acostaba, Lázaro se encuentra en el paraíso y el hombre rico en un lugar de sufrimiento.
Después de pedir inútilmente que Lázaro mengüe el sufrimiento que sentía el hombre rico, éste pide que se envíe a Lázaro a testificar a los hermanos del hombre rico, para que ellos no compartan su condenación. La respuesta que se da a esta petición es fascinante. Se le dice: «Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos.» (Lucas 16:31)
Si las personas no están dispuestas a aceptar el claro testimonio de las Escrituras, no se convencerán por más milagros que se hagan. Las señales sirven como muestra de la veracidad del mensaje, pero no pueden cambiar al corazón que no quiere creer.
Jesús nos llama a examinarnos para ver cuál es la luz que nos está alumbrando. Hay solamente una fuente de luz verdadera, una luz que puede alumbrar nuestro camino y protegernos en nuestro caminar. Esa luz es Jesucristo. El mismo dijo: «Yo soy la luz del mundo» (Juan 8:12).
Jesús se compara con dos figuras del Antiguo Testamento para mostrar la clase de luz que El nos trae, y para mostrarnos la importancia de tener su luz en nosotros. Vemos, primeramente, en el ejemplo de Jonás que
Jesús es la luz, porque sólo El trae salvación
Jonás es una de las figuras más interesantes del Antiguo Testamento. Fue un profeta reacio, pues cuando Dios lo llamó a llevar un mensaje de castigo a Nínive, la capital del gran imperio asirio, Jonás huyó en la dirección opuesta. Los asirios eran conocidos por su crueldad, y Jonás no quería darles la oportunidad de arrepentirse.
Dios tuvo que intervenir en el viaje de Jonás, mandando primeramente una gran tormenta y luego un pez inmenso que se tragó a Jonás. Encontrándose en el interior del pez, Jonás recapacitó y clamó al Señor.
Creo que yo haría lo mismo, si después de huir del Señor, me encontrara dentro de un inmenso ser marítimo en el fondo del mar. Sería difícil no reconocer que uno había hecho mal, después de tal demostración del poder de Dios.
Jonás entonces fue escupido sobre tierra, y eventualmente llegó a Nínive. Empezó a clamar en las calles que Dios iba a destruir la ciudad por su maldad. Los asirios, cortados al corazón, se arrepintieron – desde el oficial más poderoso hasta el mendigo más desgraciado, todos clamaron a Dios por liberación.
Dios, en su misericordia, perdonó al pueblo arrepentido y no lo destruyó – mediante la predicación sencilla de un profeta que ni siquiera quería predicar el mensaje. Jesús les dice a sus oyentes que El sería una señal para sus oyentes, así como Jonás lo había sido para su generación.
En un pasaje parecido en Mateo, Jesús también menciona la señal de Jonás. En Mateo, es una referencia a su resurrección después de tres días, haciendo la comparación con el regreso de Jonás a tierra después de tres días en el vientre del pez.
Aquí en Lucas, sin embargo, Jesús dice algo distinto. Aquí la señal es El mismo. La presencia de Jonás entre los asirios había sido señal suficiente para que ellos se arrepintieran. No fue necesario que él hiciera milagros; no fue necesario que predicara con gran afán o con grandes señales; él ni siquiera quería estar allí.
Su simple presencia como profeta y su predicación directa del mensaje divino fueron suficientes para cambiar los corazones duros de los asirios. Jesús pone esta comparación: si la presencia de Jonás fue suficiente señal para que se arrepintieran los asirios, ¿cómo era posible que sus oyentes no se arrepintieran cuando había entre ellos a uno más grande que Jonás?
Su falta de arrepentimiento mostraba que ellos, aunque formaban parte del pueblo escogido de Dios, eran peores que los asirios paganos. Los asirios habían reconocido al mensajero de Dios, pero los oyentes de Jesús no reconocían al mismo Hijo de Dios que estaba entre ellos.
Los ninivitas encontraron salvación al escuchar y responder al mensaje de Jonás. Fueron liberados de la condenación que Dios había previsto para ellos. Entonces me pregunto: ¿quedaremos nosotros libres, si rechazamos la luz mayor que hemos recibido?
Tenemos el lujo de leer la Biblia en el momento que queramos. Tenemos a nuestro alcance libros cristianos, música cristiana, predicadores cristianos, revistas cristianas, estudios bíblicos – los asirios sólo oyeron un mensaje breve. ¿Nos hemos arrepentido como lo hicieron ellos?
¿Cuál es la luz que está en ti? Sólo Jesús puede darte salvación y vida eterna. Si tú estás dependiendo de otra luz, Jesús te dice que tienes la visión nublada. Tu ser está en la oscuridad. Jesús es la única luz que puede salvar.
Además de esto, vemos en la segunda comparación que
Jesús es la luz, porque sólo El trae sabiduría
La segunda figura que menciona Jesús del Antiguo Testamento es la reina del Sur, la reina de Sabá. Ella había venido en tiempos del rey Salomón porque oyó de su gran sabiduría. Después de ver la grandeza de su reino y oír los proverbios que brotaban de sus labios, ella exclamó: ¡Ni siquiera la mitad supe!
Jesús pone a esta mujer como testigo contra sus oyentes. Ellos pedían una señal milagrosa, pero la reina de Sabá había venido desde muy lejos para ver a Salomón simplemente por el reporte que le habían llevado acerca de él.
Los contemporáneos de Jesús exigían más señales y más milagros, a pesar de tener la revelación del Antiguo Testamento que testificaba de El, a pesar de haber visto y oído acerca de los muchos otros milagros que había realizado, a pesar de haber oído desde su propia boca las enseñanzas que El impartía.
La reina del Sur, en cambio, realizó un viaje de muchos días sobre la base de un reporte de Salomón; y ¡aquí estaba Jesucristo, uno mucho más grande que Salomón! Tengamos mucho cuidado de que no se dé este testimonio en contra nuestra también. Teniendo tantas evidencias acerca de Jesús, no sea que las ignoremos y exijamos más.
Jesús es uno más grande que Salomón, pues en El la sabiduría de Dios toma forma humana. Jesús es nuestra sabiduría. Esto significa que en El podemos aprender a vivir la vida como debe de vivirse. La sabiduría divina es la habilidad o la destreza necesaria para vivir la vida bien. Jesús trajo esa sabiduría a la tierra.
Si queremos tener una vida de paz, de esperanza, de verdad, entonces, tenemos que conocer a Cristo y seguir su ejemplo y sus enseñanzas. Sólo El nos puede mostrar cómo vivir. Si su luz nos llena, mediante nuestro estudio de su Palabra y nuestra meditación sobre su verdad, su voz nos guiará por sendas de luz y de paz.
Cuando nos dejamos guiar por la sabiduría de Cristo, nuestra vida será diferente. En lugar de afanarnos por el avance en el trabajo, nos preocuparemos por la educación moral de nuestros hijos. En lugar de desear la popularidad, buscaremos ser verdaderos amigos que ponen a Cristo al centro de cada relación.
¿Cuál es la luz que te llena? ¿Has recibido la salvación que Cristo te ofrece? ¿Te has arrepentido de tus pecados para poner en El tu confianza? ¿Estás viviendo en su sabiduría?
Un himno antiguo dice: «El mundo perdido en pecado se vio; Jesús es la luz del mundo.» Si tú estás perdido en pecado, puedes venir a la luz que te alumbrará por siempre. Puedes caminar en la luz del perdón, del amor y de la verdad que Cristo vino a traerte. Ven a El hoy.