Confianza en medio del caos
En cierta ocasión, un hombre que vivía en la isla de Long Island, estado de Nueva York compró un barómetro nuevo. El barómetro, si no lo conoce, es un instrumento que mide la presión del aire y se usa para pronosticar el clima. La ilusión de este hombre había sido tener un barómetro, y finalmente lo consiguió.
Sin embargo, cuando abrió la caja e instaló su barómetro nuevo, el barómetro marcaba TORNADO. El hombre se disgustó. Era inaudito que pegara un tornado en esa parte del país. Tomó papel y pluma, y empezó a escribir una carta de queja a la compañía que había fabricado semejante chatarra.
Al día siguiente, echó su carta al buzón rumbo a su trabajo en la capital del estado. Cuando volvió a su hogar en la noche, encontró que ya no estaba el barómetro en su lugar. Tampoco estaba la casa. Había llegado el tornado que el aparato había presagiado.
Consideremos lo que sucedió aquí. El aparato describía condiciones que no concordaban con lo que el hombre podía observar. No concordaban con su experiencia. Sin embargo, resultaron ser correctas. Mejor hubiera sido confiar en el aparato, y no en su propia experiencia.
Hoy damos inicio a nuestro estudio de un libro que funciona como aquel barómetro. Nos demuestra la realidad detrás de las apariencias. Algunas de sus profecías, que veremos en semanas futuras, son realmente extraordinarias.
Aquí encontramos no solamente profecías, sino también la ejemplar vida de un hombre que vivió en un momento crítico de la historia humana. El vivió su vida orientado hacia el barómetro de la Palabra de Dios. No se dejó llevar por las apariencias, sino que vio detrás de lo aparente a lo real.
Conozcamos más de este hombre.
Lectura: Daniel 1:1-5
1:1 En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.
1:2 Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios.
1:3 Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes,
1:4 muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.
1:5 Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey.
Con unas escasas frases el escritor narra uno de los eventos más desastrosos de la historia del pueblo de Israel. El pueblo peruano aún recuerda la captura de Lima por las fuerzas chilenas durante la Guerra del Pacífico, aunque sucedió hace 120 años. La caída de Jerusalén fue mucho peor.
Para empezar, indicaba que Dios había abandonado a su pueblo. El les había prometido esta tierra; la permanencia en la tierra y la prosperidad en ella eran parte del pacto que Dios hizo con el pueblo de Israel. El hecho de que fueran expulsados de ella, entonces, indicaba cuán grande había sido su caída.
No sólo esto, sino que ahora la flor de la juventud judía sufría la ignominia de ser puesta al servicio de los invasores. Ponte, por un momento, en el lugar de estos jóvenes. Un ejército extranjero destruye tu casa, te separa de tu familia y te lleva a un lugar desconocido. Luego, te dicen que tienes que esforzarte para poder apoyar el crecimiento de este imperio – ¡el imperio que te ha hecho cautivo!
Esta es la situación. Veamos ahora lo que sucede.
Lectura: Daniel 1:6-13
1:6 Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá.
1:7 A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.
1:8 Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.
1:9 Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos;
1:10 y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza.
1:11 Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
1:12 Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber.
1:13 Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas.
Entre este grupo de jóvenes tenemos a Daniel y sus tres compañeros. Daniel era un hombre de gran valor. No permitió que sus circunstancias lo amedrentaran. Tenían fuertes convicciones, y las vivió. Nos sirve como gran ejemplo, pues el Reino de Dios es de los valientes. Para seguir a Jesús, tenemos que poseer gran valor.
Daniel enfrentaba un problema, pues la comida que se servía a los jóvenes probablemente había sido sacrificada a los dioses de los babilonios. Bajo el sistema del Antiguo Testamento, la pureza en la dieta que Dios había mandado a su pueblo era parte de su identidad. Era algo que los separaba de las naciones paganas.
No sólo esto, sino que comer la comida sería deshonrar a Dios, participando indirectamente en la adoración de los dioses paganos. Nuestro Señor Jesús originó un pacto nuevo, en el cual los detalles de la comida ya no son importantes. Podemos ver en la acción de Daniel un principio muy aplicable a nosotros, que es la fidelidad a Dios en toda circunstancia.
Daniel propone una especie de concurso para defender su deseo de no deshonrar a Dios con la comida del Rey. Algunos erróneamente han pensado que el concurso era cuestión solamente de nutrición. En lugar de las comidas grasosas y poco saludables del rey, piensan ellos, Daniel comería verduras naturales.
Bajo ninguna circunstancia, sin embargo, se fortalecerían cuatro jóvenes comiendo sólo verduras. Las verduras son muy saludables; sin embargo, cualquier persona que se haya comprometido a una dieta vegetariana puede comprobar que, durante los primeros quince días de la dieta, el resultado muchas veces es una pérdida de peso y un sentido de sopor.
Si Daniel y sus amigos resistían la prueba, entonces, no sería por su conocimiento superior de la nutrición, sino por un milagro de Dios. El tendría que mostrarse poderoso, dándoles fuerza sobrenatural. Veamos lo que sucedió.
Lectura: Daniel 1:14-21
1:14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días.
1:15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey.
1:16 Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
1:17 A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños.
1:18 Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor.
1:19 Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey.
1:20 En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino.
1:21 Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro.
¡Dios mostró su poder! No solamente sostuvo a Daniel y a sus amigos, sino que hizo que sobrepasaran a los demás jóvenes en salud y en inteligencia. Les dotó de gran sabiduría. Aún los magos y hechiceros se quedaban atrás ante la astucia divinamente otorgada a estos jóvenes.
Esta historia es inspiradora, pero ¿qué nos enseñará a nosotros? La vida de Daniel nos demuestra cómo tener confianza en medio del caos. Es difícil imaginar una situación más caótica que la que enfrentó Daniel, y sin embargo, pudo mantenerse ecuánime y triunfar.
Podemos hacer lo mismo. En primer lugar,
Podemos tener confianza en medio del caos de este mundo porque nuestro Dios es soberano
Este es uno de los grandes mensajes de la vida de Daniel. A pesar de las apariencias, Dios está en control. Esto se ve de varias maneras en el capítulo que hemos leído. Para empezar, vemos en el verso 2 que la conquista de Judá no fue ningún accidente, sino que Dios lo permitió. Fue parte del plan de Dios.
Daniel, como judío temeroso de Dios, habría sabido esto. Varios profetas, entre ellos Isaías, Miqueas, Sofonías y Habacuc, ya habían profetizado que Dios permitiría la destrucción de Jerusalén y el sufrimiento de Judá como castigo por la idolatría de sus habitantes.
Daniel no nos demuestra, entonces, una especie de optimismo ingenuo que ignora las circunstancias. Daniel, más bien, como judío devoto, entendía que el castigo de su pueblo venía de mano de Dios, y se propuso vivir piadosamente. Entendió que Dios tenía un propósito en lo que estaba sucediendo, y prefirió vivir según el propósito de Dios.
Nosotros podemos vivir con la misma confianza hoy en día si la Biblia es nuestro barómetro. Aquí podemos entender cuál es el plan de Dios, y no permitir que los giros y las vueltas de este mundo nos dejen mareados. Podemos tener confianza en medio del caos de este mundo si entendemos que nuestro Dios es soberano.
Vemos la soberanía de Dios en su fidelidad a Daniel. Cuando Daniel le fue fiel a Dios, Dios también fue fiel en proteger la salud de los jóvenes. Si nosotros le somos fieles a Dios, podemos estar seguros de que El lo verá y se complacerá con nosotros.
Dios también mostró su soberanía permitiéndole a Daniel ver la caída del imperio que lo había llevado preso. Cuando leemos en el verso 21 que Daniel se quedó en Babilonia hasta el primer año del rey Ciro, entendemos que Daniel llegó a ver la caída de Babilonia – pues Ciro es el rey persa que derrocó al reino babilónico.
Si confiamos en nuestro Dios soberano, habrá una diferencia en nuestra forma de vivir.
Nuestra confianza en medio del caos nos llevará a vivir sabiamente en medio de un mundo caótico
Fíjense en las cualidades que mostraron Daniel y sus compañeros. Mostraron, primeramente, gran valor. ¿Fue este valor simplemente alguna cualidad nativa de ellos? No, nació más bien de la confianza que tenían en el Señor. Daniel se propuso no contaminarse con la comida del Rey porque sabía que a Dios le agradaría, no por algún instinto de rebelión.
Cuando sabemos que Dios está en control, podemos enfrentar el futuro con seguridad. No tenemos que temer. La confianza produce valor. Notamos que Daniel y sus amigos también mostraron gran sabiduría.
En ningún momento se expresaron de una forma altiva o fanática. Daniel supo separar lo que era importante de lo que no lo era. No tramó algún plan para liberar los utensilios que habían sido tomados del templo de Dios, por ejemplo; sabía que éste no era su papel. Se enfocó en lo que él podía hacer.
Nuestro Señor Jesús nos dijo que, como seguidores suyos, debíamos de ser inocentes como palomas y astutos como serpientes. Daniel muestra esta combinación de inteligencia e integridad. En lugar de tomar alguna acción descabellada como lo hizo Pedro en el jardín del Getsemaní, Daniel fue sabio.
Por el otro lado, no comprometió su integridad. Algunas personas, cuando se encuentran en una situación difícil, buscan la forma de salir haciendo trampa. Se justifican, diciendo que es necesario, que hay que ser prácticos, que hay que vivir con la situación actual. Todo eso de seguir las leyes de Dios es bonito, dicen, pero no funciona en la vida real.
Daniel y sus compañeros nos muestran que sí se puede vivir en medio de un ambiente corrupto y pagano, y a la vez mantener nuestra integridad como creyentes. Hermanos, el enemigo pondrá en sus caminos múltiples oportunidades para avanzar con una pequeña mentira, con un poco de deshonestidad, con sólo una pequeña trampa.
Recuerden a Daniel, y confíen en Dios. Dios es capaz de bendecir y prosperar al que en El confía. La integridad es fácil de perder, pero difícil de recobrar. No entregues tu integridad. Confía más bien en Dios.
Se cuenta la historia de un hombre que hacía alarde de haberle cortado la cola a un león feroz, usando solamente su navaja de bolsillo. Cuando alguien le preguntó por qué mejor no le había cortado la cabeza, el hombre respondió: Es que otro ya lo había hecho.
Muchos, como este hombre, dan una apariencia de valentía. El único valor verdadero nace de la confianza en Dios. Si conocemos a Dios, si estamos fundamentados en su Palabra, si vivimos en integridad, nadie nos detendrá. Vivamos, hermanos, en confianza en medio del caos.