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Un árbol caído, rey Nabucodonosor


Vision de Daniel

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Un árbol caído, rey Nabucodonosor

La iglesia cristiana en el país europeo de Rumania sufrió varias décadas de persecución bajo la administración del dictador comunista Nicolae Ceaucescu. Este hombre hostigaba cruelmente a todo creyente, como también a cualquiera que amenazara su control total sobre el país.

Para celebrar su cumpleaños número setenta y dos, instruyó a la Ópera Nacional que escribiera una canción en su honor que incluyera la frase: Ceaucescu es bueno, justo y santo. La canción se presentaría en el día de su cumpleaños, el 26 de enero de 1990.

La canción no se presentó. Una revolución popular trajo la democracia al país, y él y su esposa fueron ejecutados el 25 de diciembre de 1989 – sólo un mes antes de la presentación planeada de la obra blasfema en honor a Ceaucescu.

La comunidad creyente de Rumania vio en los sucesos la clara mano de Dios. El hombre que osó ponerse en el lugar de Dios, quien es el único bueno, justo y santo, fue derrotado y destruido. Fue cortado como árbol, y cayó.

Muchos años antes de que naciera Ceaucescu, otro hombre vivió en carne propia la experiencia de ser cortado como árbol. A distinción del dictador rumano, sin embargo, vivió para contar la historia.

Estamos hablando del rey Nabucodonosor. En nuestro recorrido del libro de Daniel hemos llegado a un pasaje singular. Es el único capítulo de la Biblia que haya sido escrito bajo la dirección de un pagano.

Más allá de esta singularidad, el pasaje tiene un mensaje muy importante para cada uno de nosotros. Veremos cómo Nabucodonosor llegó a ser un árbol caído, y cuáles fueron las lecciones que Dios quiso enseñarle a través de esta circunstancia. Si somos sabios, aprenderemos de su ejemplo, y no tendremos que vivir una experiencia semejante para entender la realidad.

Abramos nuestras Biblias juntos al cuarto capítulo de Daniel. El capítulo que estudiaremos es algo largo, así que leeremos sólo porciones en esta mañana. Quiero invitarles a leer el capítulo entero en la casa. Les aseguro que será de bendición.

Encontramos a Nabucodonosor tranquilo y contento en los versos 4 y 5:

Daniel 4:4-5
4:4 Yo Nabucodonosor estaba tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio.
4:5 Vi un sueño que me espantó, y tendido en cama, las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron. 

Algo vino, sin embargo, para destruir su tranquilidad. Tuvo un sueño inexplicable. Esta experiencia ya la había tenido. Dios le había enviado años antes otro sueño, y sólo una persona en su imperio se lo pudo explicar, el joven Daniel.

Si no conociera personalmente las estupideces que comete el ser humano, sería difícil creer lo que hizo Nabucodonosor después de tener este último sueño. ¿Llamó a Daniel, el que le había interpretado el sueño anterior? ¡No! Llamó a sus propios magos y adivinos primero. Las costumbres religiosas cambian con dificultad.

Los magos y adivinos, sin embargo, no pudieron interpretar el sueño de Nabucodonosor. Fue sólo entonces que se acordó de Daniel y lo mandó traer para que le interpretara el sueño. Leamos ahora el sueño que tuvo Nabucodonosor, en los versos 10 al 17.

Daniel 4:10-17
4:10 Estas fueron las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama: Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande.
4:11 Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra.
4:12 Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne.
4:13 Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo.
4:14 Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas.
4:15 Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra.
4:16 Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.
4:17 La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres.

¿Qué significaría este sueño tan extraño? Es obvio que su significado no podía ser bueno. Cuando Daniel escuchó la descripción que hizo Nabucodonosor de su sueño, se quedó desconcertado. No quería contarle su significado, pues a pesar de que Nabucodonosor era un rey pagano, había tratado a Daniel con generosidad y respeto. Le pesaba a Daniel tener que darle malas noticias.

Finalmente se armó Daniel de valor, y empezó a interpretar el sueño. En el verso 22 identifica lo que representa el árbol: “tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra” (Daniel 4:22).

Cualquier gobernador, presidente o rey debe de servir como una bendición para su pueblo. Por esto, Nabucodonosor se representa con un árbol, que da sombra y refugio a muchos.

Este árbol, sin embargo, iba a ser cortado. Leamos los versos 24 al 27 para ver lo que iba a suceder.

Daniel 4:24-27
4:24 esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey:
4:25 Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere.
4:26 Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna.
4:27 Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad.

Dios le mandó a Nabucodonosor un aviso de lo que sucedería. Cuando Dios anuncia el castigo, siempre lo hace con el deseo de salvar. La profecía de destrucción conlleva la posibilidad del arrepentimiento y la restauración.

Nabucodonosor no se arrepintió; otros, sin embargo, sí lo hicieron, y fueron restaurados por el Señor. Recordemos, por ejemplo, a los ninivitas, que escucharon la predicación del profeta Jonás. La Biblia nos dice que todos, desde el rey hasta el pordiosero más miserable, se rajaron la vestimenta en señal de arrepentimiento, y Dios no envió el mal que Jonás había profetizado.

Una de las fuentes de las discusiones entre Jesús y los fariseos fue precisamente este punto; ellos no entendían que el Señor es un Dios de perdón y restauración. Esperaban que la gente común y corriente, con sus pecados y maldad, fuera destruida; Jesús vino a llamar a todos al arrepentimiento y la salvación.

De una forma similar que los fariseos Nabucodonosor estaba enorgullecido. La lección que Dios quería mostrarle, y que nosotros tenemos que entender también, es que sólo Dios puede llenar el corazón del hombre.

Nabucodonosor tuvo un conocimiento mental de Dios, pero su corazón estuvo enfocado en sí mismo. Aún en ocasiones anteriores Nabucodonosor dijo y escribió cosas bellas acerca de Dios, pero obviamente no tuvo un encuentro persona con El. Nunca se dio cuenta de su necesidad de doblar la rodilla ante el Dios de Daniel y adorarlo.

Al final del capítulo 3, por ejemplo, vemos cómo Nabucodonosor anuncia que todos deben de honrar al Dios de los amigos de Daniel, pero es obvio que él mismo no lo hace. Adora a sus dioses falsos solamente porque cree que le darán la victoria en la batalla. En realidad, el centro del universo para Nabucodonosor es él mismo.

Este rey tuvo que aprender que, sin Dios, el hombre es como un animal. Esto fue precisamente lo que experimentó. Veamos lo que le sucedió, leyendo los versos 28 al 32:

Daniel 4:28-32
4:28 Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor.
4:29 Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia,
4:30 habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?
4:31 Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti;
4:32 y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.

Por no dar la honra a Dios, Nabucodonosor sufrió la ignominia de vivir como un animal. Mostró de forma gráfica que, sin Dios, el hombre es como un animal.

Sólo podemos vivir al máximo nuestra humanidad si Dios está al centro de nuestra vida. Lo que nos separa de los animales es el espíritu que Dios ha soplado en nosotros, y si nos apartamos de Dios y tratamos de vivir de una forma independiente y autosuficiente, pronto descendemos al nivel meramente animal.

Desde luego, quienes buscan vivir sin Dios insisten que, en realidad, sólo somos animales. Es una gran ironía que los que pretenden elevar al ser humano quitando a Dios del cuadro terminan rebajándolo a un nivel meramente biológico.

Por este motivo, conforme el hombre más rechaza a Dios, más se deja llevar por sus instintos animales. Ignora el bienestar de otros en su afanosa búsqueda por más placer, más poder y más posesiones. Cree que es libre cuando es, en realidad, esclavo de sus propias pasiones.

Nabucodonosor es un ejemplo escrito en mayúscula. Literalmente vivió como animal para mostrar que su humanidad y su poder habían venido de Dios, y que si pretendía vivir y ser alguien sin Dios, éste le quitaría su gloria y lo reduciría a vivir como lo que él mismo se estaba haciendo.

La historia secular nos dice que hubo un período de un poco más de siete años en el que el imperio babilónico no tuvo ninguna gran victoria militar. Seguramente fue durante esta temporada que Nabucodonosor sufrió su castigo. En realidad, él había construido una ciudad muy impresionante. Los arqueólogos han descubierto bellas ruinas que corresponden al imperio de Nabucodonosor.

Ante todo esto, sin embargo, no reconoció una gran realidad: que sólo Dios da el imperio y la autoridad. Ningún ser humano tiene autoridad o poder si Dios no se los ha otorgado. Dios es el rey soberano sobre todo el mundo, y ningún gobernante ejerce su autoridad sin el permiso de Dios.

Hay una amonestación aquí para los gobernantes y los líderes políticos, pero también hay un mensaje para los que no lo somos. La verdad es que todos tenemos poder y autoridad de alguna clase u otra. Algunos tienen trabajadores bajo nuestro mando en el trabajo.

Otros son padres de familia, otras madres, otros son maestros o tienen algún cargo en la iglesia. De alguna forma casi todos tenemos autoridad sobre alguien. Nos conviene preguntarnos, entonces: ¿cómo estoy ejerciendo mi autoridad? ¿La estoy ejerciendo como Nabucodonosor, gloriándome en el poder que tengo sobre otros e ignorando sus necesidades? ¿O sigo más bien el ejemplo de Cristo, siendo un líder que sirve a otros?

Nabucodonosor tuvo que reconocer que había otro superior a él. Tuvo que entender que su derecho a gobernar se tenía que someter a las leyes divinas. Padres de familia, no cometan el error de pensar que sus familias existen para complacerles. Más bien, ustedes viven para servir las necesidades de sus familias.

Leamos lo que dijo el rey mismo acerca de esto en los versos 34 al 37:

Daniel 4:34-37
4:34 Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.
4:35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?
4:36 En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida.
4:37 Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.

Hay un mensaje de ánimo para nosotros aquí también. La humillación de Nabucodonosor demuestra que Dios sigue siendo supremo. Aunque los hombres se rebelen contra su autoridad, El sigue siendo soberano sobre toda la tierra.

Una serie de tiranos ha descubierto esta realidad. Nabucodonosor lo descubrió. También lo descubrió el rey Herodes, quien murió comido por gusanos gracias a su soberbia. Hitler, el que declaró que su reino duraría mil años, se suicidó para no ser capturado por las tropas aliadas.

Ningún hombre se puede oponer a la voluntad de Dios. Aunque, si es su voluntad, nos podrá tocar vivir bajo el poder de algún dictador, podemos tener la seguridad de que Dios sigue siendo soberano, y que el pone y depone a quien El quiera.

¿Qué tendrá que sucederte para que te humilles ante el Señor y lo sirvas como tu Rey? ¡Espero que no tengas que vivir como animal silvestre para entender! Quizás todos merezcamos vivir de esta manera, pero Dios es misericordioso.

Te invito en esta mañana a humillarte ante Dios en sumisión y adoración, y permitir que El llene tu corazón y tu vida de su presencia. Sólo El puede darte el significado que buscas. Sólo el puede llenar tu corazón. Sólo El reina sobre todos los asuntos de esta tierra, y sólo en El podemos encontrar vida y salvación.

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